EL RUIDO DE LAS OLAS no dejaban de chocar contra las altas e intimidantes rocas oscuras que rodeaban la playa, y el silencio entre los individuos ponía muy nerviosos a los dioses que los observaban atentos mientras comían un racimo de uvas verdes en sus plateadas nubes, que pronto romperían en llanto.
¿Lo que sus verdosos ojos captaban, era real?
¿Acaso ella estaba viva y no era otra dolorosa imagen que su temprana demencia por su ausencia, se encargaba de ilustrar?
―Dime que es una puta broma...―preguntó una vez que ésta se acercó a él e intentó tomarlo por las mejillas para así pegar sus frentes.
Pero Paredes necesitaba respuestas, era inexplicable que apareciera frente a sus narices y creyera que todo estaría bien. Que el correría a refugiarse en sus brazos y que la escucharía cantar para él, y sólo para él.
―Es complejo de explicar Gin, pero por favor vayamos a casa.―pidió la de ex cabello grisáceo.
Ginés no hablaba, tan solo miraba su corto cabello danzar con el turbulento viento y que sus ojos ya no eran aquellos zafiros que lo habían tenido enamorado por tres años. Su mirada había cambiado y casi no se reconocía en su propio reflejo.
—¿A casa dices? Tú haz incinerado hasta los últimos rincones de mi casa, de nuestra casa cuando te fuiste. Y ahora apareces f-frente a mí, como si nada...
―¡Si venís, ella te lo va a explicar Ginés!―exclamó el tucumano que intentaba quitarse la tinta oscura del dorso de sus manos.
―¿Él se ha enterado primero?―preguntó incrédulo.
―Hoy es la primera vez que lo veo corazón, ey, mirame por favor.―pidió más de una vez hasta que consiguió conectar sus portales con los de él que no dejaban de moverse a todos lados, buscando alguna mentira pero parecía estar diciendo la verdad.―Fue difícil y doloroso para los dos, para mi viejo y Nicolás cree que todavía me fui de viaje...pero te escuché, Gin.―obteniendo la fija mirada de su contrario que amenazaba con derramar un torrente de perlas derretidas, suspiró antes de continuar con lo siguiente.―Dijiste que me amabas, y yo también lo hago, ahora mismo estoy amándote pero me destroza ver en la posición en la que estamos...
Rompiendo en llanto con el cuerpo semi sumergido en el mar, la abrazó con tanta fuerza que por un momento creyó que podía quebrarle la columna. Con los medicamentos que últimamente le recetaban, había desarrollado una fuerza para nada normal. Pero no se despegó de ella, sino que se escondió en su cuello y gritaba cuánto lo sentía.
Por las veces en la que no pudo estar para ella.
Por no haber evitado su salto de aquella imborrable terraza.
Por haber sido tan cobarde en confesarle cuánto la amaba, y todo por el miedo.
El amor era el sentimiento al que más le tenía terror.
―Dime una cosa Izi.―habló el de corazón partido, sin salir de aquella zona segura que veía en su estrella.―Dime Izaro, ¿te han guiado las estrellas...hasta a mí? ¿Acaso nuestro encuentro debía pasar, una vez más? ¿Acaso...la vida nos tiene algo mejor preparado y por eso has vuelto de entre los muertos?
―Yo creo que si Gin, quizás estemos conectados espiritualmente y volví para construir nuevamente lo que destruí en un pasado.―contestó pegando su frente con el murciano.―¿Ad astra, Gin?
―...Ad astra, Izi. Contigo voy hasta el inframundo.