14

322 42 77
                                    




















LA NOCHE DEL SÁBADO no tardó en lucir sus estrellas por todo el cielo como si se estuviera empolvando el rostro de rubor cósmico y vislumbrando el esplendor de una luna menguante como pendientes en sus orejas.
































El par de estudiantes se hallaban en la casa de la peligris, quien intentaba aplicarse el brillo labial pero el murciano quería arreglarse el cabello antes. Se empujaban constantemente y habían un par de insultos mezclados con risitas roncas al querer observarse en el único espejo que la muchacha poseía en su cuarto.

—Ginés no seas boludo, anda al baño y arreglate ahí. — se quejó, abriendo desmesuradamente sus orbes cristalinos.

—Pero en éste espejo me veo mejor. — se excusó con un semblante arrogante frente al objeto de vidrio lleno de stickers, y con sus dedos arreglaba sus acarameladas hebras.

— Dale boludo, me quiero poner el labial y ya estoy.

— Eso vienes diciendo desde las seis de la tarde, tía.

Dando un infantil pisotón en el suelo y dejando escapar un grito exasperado, lo movió de ahí empujándolo hacia otro lado de la habitación mientras él reía prendiéndose los botones de su camisa hawaiana.

Y sentándose en la cama, colocó sus brazos detrás de él aguantando su peso mientras miraba a la fémina retocarse el maquillaje.

Las piernas de ésta fueron cubiertas por medias oscuras de red, resaltando su traslúcida y suave piel. Lucía una falda negruzca de vinilo, resaltando sus atributos de manera sutil y la prenda superior era un top de brillos plateados tal y como su cabello. No usaba tacones ni plataformas, era muy torpe y los rompería al segundo así que sus vans negras y blancas la acompañarían esa noche.

Cuando terminó de alistarse, tomó la chaqueta de jean del varón y colocándosela lo miró de arriba a abajo. — ¿Posta te vas a poner esa camisa?

Éste claramente ofendido miró su prenda para devolverle la mirada llena de confusión.—Pensé que te gustaba.

— Antes, pero...la camisa oscura te va a quedar mejor, esa te hace ver como un tincho.

—¿Tincho? ¿Qué coño significa eso, tía? —comenzó a desprenderse la prenda, tirándola en alguna parte de la habitación.

Ayudándolo a colocársela se volteó frente a él ya que estaba detrás de su espalda, y prendiendo los botones de la suave y perfumada prenda miró su anatomía tan acendrada, cómo su pecho subía y bajaba con tranquilidad y cómo el collar que le había regalado más en su infancia permanecía allí, adornando su cuerpo con elegancia.

— Tincho es como decir niño pijo. —habló Izaro, para después reírse de la reacción de su mejor amigo.

— ¡No quiero ser un niño pijo, peña! —elevó sus pobladas cejas.

— Y bueno, por eso tenés puesta ésta camisa que te queda re fachero.

El murciano la miró sin entender y se cruzó de brazos.

mustio ; acru. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora