24

226 37 121
                                    

capítulo dedicado a: purpuracru
qujcann
acruserendipia









TAPÁNDOSE LOS OÍDOS, Izaro sentía escalofríos ante la escena que estaba presenciando alejada de los otros dos individuos.








El constante llanto de Cruz entremezclados con preguntas hacia su supuesta difunta esposa, la hacían poner nerviosa y triste.

Simplemente no podía hacer eso. Destruirlo y creer que él la recibiría con los brazos abiertos, no era para nada justo.

―Agustín amor, dejame explicarte por favor. ―suplicó la de rimel corrido.

―No. ―atreviéndose a hablar, Volsk sintió que se hizo pequeña al notar las dos intensas y acuosas miradas sobre ella.

―Ésto no te involucra cielo, te recomiendo no meterte. ―espetó la pelinegra con una amarga sonrisa sellada.

Mirando a Cruz, Izaro buscaba algo en él para que le dijese lo contrario a la mujer que tenía enfrente.

―Izaro, danos un rato, por favor.

Primer pinchazo.

Asintiendo en silencio fue hacia la habitación que compartía con el muchacho y acarició con dulzura a la asustada cachorra.

―Tranquila Lilo, todo va a estar bien.

¿Realmente era así?

Si les soy sincera, Izaro comenzaba a sudar frío y a temblar de tan sólo imaginar que sucedería si Agustín volvía a recaer por culpa de Abril. Sí, tenía miedo. Miedo de perderlo, miedo de sentir que él ya no la necesitaría más, miedo en que la desechara como a un látex podrido.

Izaro estaba despavorida.

Al no sentir las voces vibrar las paredes grafiteadas, el corazón volvía a ir a mil por hora. Levantándose de la cama, abrió con sigilo la puerta y decidió salir.

Se hubiera quedado un rato más allí adentro de saber que se encontraría con la escena de Agustín abrazando a Abril con tanto cariño que sintió como el vidrio de sus ojos comenzaban a romperse.

Separándose con lentitud, Cruz observó a Volsk por encima del hombro ajeno. No supo muy bien qué hacer o qué decir más que tomar la mano de Izaro una vez se colocó frente a ella.

―Izaro...

―Soltame. ―pidió en un hilo de voz. ―Soltame, Cruz. ―volvió a pedir pero con un tono rasposo.

Ignorando su pedido, salieron de la casa y no hicieron más que mirarse fijamente bajo la presencia de los amarillentos halógenos del barrio, haciendo más tétrico y nostálgico el escenario.

―Me explicó todo, Iza. Vos viste su aspecto, es obvio que bien cuidada no está. No guardo rencor, tampoco cartas.

―¿En serio me estás diciendo? Agustín no podes ser tan ciego.―lloriqueó alzando sus cejas.―¿Realmente vas a darle una segunda oportunidad a la persona que le diste tu corazón y te lo rompió? ―preguntó anonadada.

―Izaro..

―Respondeme eso. ―pidió al borde del llanto.

Tomándose de los cabellos, caminó en círculos para luego hacerle frente. ―¿Cuál es el problema?

―¿¡Cuál es el problema!? Tuviste problemas con el alcohol, te ayudé a pagar las sesiones de la rehabilitación, delirabas, ¿te nombro más cosas o te acordas?―enumeró.

―No jodas Izaro. ―advirtió.

―¿Yo? Perdón pero la ciega acá no soy yo.

―Te obsesionaste conmigo.―respondió Cruz, o alguien que no era él en esos momentos.

Alzando su cristalina mirada, enfrentó al tucumano. ―¿Qué mierda estás diciendo?

―Lo que dijiste allá adentro, ¿realmente te gusto o sólo soy uno más? Una nena que se encariña con cualquiera que esté roto, patética.

Segundo pinchazo.

―Yo realmente te quiero, Agustín. No de a ratos, no a veces: siempre. ―corrigió con la voz temblorosa. ―El tiempo que estuvieron hablando parece que fue suficiente para que te lave la cabeza.

―Quizás siempre fue como Abril lo dijo: a falta de una figura paterna te resguardaste en mí. Y te convences de que te gusto.

El cristal de sus ojos comenzaron a derretirse logrando desbordar sus cuencas, trazando un caliente sendero hasta su mentón. ¿Cómo se atrevía a decirle todo eso?

―No creas que el mundo gira en tu entorno y que sos el centro de todo, Agustín. ¿Obsesionarme con vos? Por favor, no tengo 13 años...capaz y fuiste vos el que se obsesionó conmigo creyendo que todo iba a estar mejor. Y ahora me estás demostrando ésta parte que, juraste nunca hacerlo. ―sorbiendo por su nariz mientras agachaba su cabeza, Cruz parecía estar consciente en lo que había dicho y comenzaba a sentir la culpa mordiéndole el corazón.

―Perdón Izaro, no era lo que quise decir..

―Lo peor de todo ésto, es que te voy a perdonar. Te voy a seguir queriendo a pesar de cómo me hayas tratado, porque el valor de mi alma no lo tiene nadie.―llevándose una mano al pecho, decidió mirarlo.―Cuando te des cuenta de quiénes estuvieron para vos, te va a doler cuando intentes conectar tu mirada con la mía, y yo esté con los ojos nublados.

―Izaro.. ―volvió a llamarla para intentar acercarse.

―Ella o yo, Agustín. ―respondió la de cabellos cobrizos.

Al no obtener respuesta más que una mirada cargada de disculpas y dolor, allí entendió todo.

Aún amaba a Abril.

Retrocediendo unos cuántos pasos hacia atrás, comenzó a alejarse de la residencia. Volteándose, caminó con pesar por el medio de la calle de tierra mientras se repetía a ella misma esa frase como si fuera su mantra. 

"No llores, no llores."

Soltando varios sollozos cargados de duelo por su reciente corazón roto, la caminata se convirtió en una carrera. Corría con el corazón fragmentado en la lengua y con ese tercer pinchazo en el plexo mientras las luces de las calles se iban apagando a medida que aumentaba el paso sin caerse ni tropezarse.

Hasta dejar el barrio a oscuras a falta de su presencia.

Dolía pero no sabía qué, con exactitud.

¿Dolía más el escosor en sus costillas? ¿Sus ojos de tanto llorar? ¿Quizás sus rodillas lastimadas cuando cayó de repente al huir del lugar?

Lo mejor que podía hacer era huir, no tenía nada por hacer allí.

Intentó levantarse pero el peso de sus hombros y la miseria encadenaban sus muñecas al suelo terroso, impidiendo que siquiera pudiese levantarse y seguir huyendo como siempre hacía.

Gritando de la rabia mezclada con la desilusión y el mercurio que la corroía internamente, la última luz amarilla se apagó dejándola indefensa y adolorida con las rodillas sangrantes y un inerte corazón en la mano izquierda.

Ésto pasaría, solamente que ninguno de los dos se lo hubiese imaginado al estar metidos en un cuento de fantasía.

Por otra parte, Cruz no tardó en echar a su ex esposa al caer en cuenta las intenciones que ésta tenía en él y fue allí donde su corazón también fui arrojado al piso para ser pisoteado luego.

Lo había arruinado, otra vez.






















sos tonto agustín román cruz.

mustio ; acru. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora