XI [200520]

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Espero un rato, el sabia que en cualquier momento la casa quedaría sola pues su madre y padre saldrían a ver a la gente que cosechaba o hacia artesanías, y su hermana era probable que fuera a ver a su amiga.

Al salir de su cuarto y dirigirse a la sala sonrió pues realmente no había nadie de su familia ahí, se movió hasta la cocina donde estaba la que cocinaba sacado del horno una tarta de mora recién hecha.

— Me la empaca por favor, me la llevare. — Sonrió angelicalmente.

— Lo siento Joven pero esta tarta es de su padre. — Explicó.

— Lo se, mi papá dijo que se la llevara a donde estaba por eso vine por ella. — Mintió.

— En ese caso, ahora se la doy. — Se la llevó para meterla en un topper y después en una bolsa. — Llevela con cuidado aún está caliente. — Advirtió mientras se la daba.

— No se preocupe, seré cuidadoso. — La tomo entre sus manos y sintió el calor. — Muchas gracias. — La otra sólo sonrió mientra asentía.

Salió de la casa feliz por la tarta que llevaba, JungKook estará muy feliz de poder probarla.

Empezó a caminar con cuidado por toda su aldea, no quería que nadie lo viese o que se dieran cuenta de que estaba ahí.

Si se preguntan qué le sucedía a JiMin, ya saben su padre había dicho que sus ojos se tornaban a color negro, realmente no creo que sea un tema el cual deba tocar ahora, con el tiempo se darán cuenta.

— Espero que estés en casa gran lobo. — Sonrió mientras entraba al bosque.

Duro aproximadamente como media hora o más en poder ubicarse para finalmente llegar a la casa del lobo, pero cuando pudo divisarla se sintió tan feliz.

Sus pies le dolían mucho pero JungKook lo valía, con todo y dolor se apresuró a llegar, al llegar compuso un poco su cabello y entonces se dispuso a tocar.

Tres toques en la puerta fueron suficiente para que el lobo abriera.

— Pequeño ángel. — Expreso con sorpresa y felicidad. — Pensé que no vendrías. — Le ayudo tomando la tarta. — No sabia que podrías llegar, deben dolerte los pies. — Y sin previa aviso lo cargo con el brazo libre.

— Estoy exhausto. — Suspiro cansado.

— Debe ser. — Lo dejo en el sillón. — ¿Esto es lo que creo?. — Sonrió feliz.

— Lo es. — Asintió.

— Oh pequeño ángel muchas gracias. — Fue hasta el para agradecerle.

— No hay de que gran lobo. — Sonrió complacido.

Río. — Entonces hay que probarla. — Se alejo para poder tomar dos platos y un cuchillo. — No te levantes, la traeré a ti. — También tomó la bolsa. — Creo que aun esta caliente. — Puso todo sobre la mesa de la sala.

— Te gustará, es deliciosa. — Se levantó para quedar sentado. — Está tarta es la mejor del mundo. — Se alago mientras sacaba la tarta de su bolsa.

— No lo sé, necesito probar lo que fabrican en tu aldea. — Lo miro serio.

— ¿Qué cosas dices?. — Empezó a ponerse nervioso.

— Yo necesito probar la tarta para saber si es deliciosa. — Sonrió.

— Mmh, es verdad. — Corto un poco para depositarla en un plato. — Es para ti. — Se la dio. — Espera, falta la cuchara. — Se levantó por completo para ir a la cocina y buscar dos cucharas pero no encontró. — ¿Donde están las cucharas?. — Grito.

— Hasta arriba. — Grito de vuelta.

— No alcanzo. — Hizo un puchero aunque el otro no le pudiese ver.

El más grande se dirigió hasta donde JiMin estaba para ayudarlo, cuando llegó hizo algo sin previa aviso; tomó la cintura del menor y lo levantó.

— ¿Qué haces?. — Se sonrojo.

— Ayudándote a bajar las cucharas. — Contestó siendo obvio.

El pequeño abrió la puerta de esta gaveta y sacó las dos cucharas para después ser bajado por el otro pero al darse la vuelta quedó cara a cara con el, sintiéndose nervioso.

En ti esta mi verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora