XXXVIII

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Se levantó mareado, todo, absolutamente todo le daba vueltas, se sentía como una mierda, los huesos le crujían y sus músculos estaban tan tensos que era incapaz de aguntar mucho tiempo con los ojos abiertos.

Estaba entre la inconsciencia y la realidad, no pasaba demasiado tiempo despierto, pero sabía que tenía pequeños momentos de lucidez o al menos esperaba que fuese eso.

Intentó parpadear y después de muchos intentos por fin consiguió hacerlo, abrió los ojos lentamente e intento adaptarse a la luz de la bombilla, no sabía si era de noche o de día, pero las cortinas del cuarto estaban corridas.

Estiró los brazos y se impulsó un poco para sentarse, los huesos le crujieron y suprimió las ganas de gritar de dolor, miró alrededor y olisqueó.

Intentó hablar y no fue capaz de mediar palabra, tenía la boca demasiado seca, intentó levantar el brazo y frunció el ceño al sentir un ligero pinchazo.

Se miró el brazo y tocó sorprendido, las líneas azules se mantenían aún sobre su piel, no estaba seguro de cuántos días habían pasado desde lo ocurrido, pero no deberían estar ahí.

Olisqueó una vez más y arrugó la nariz, olía a muerte, la habitación olía a muerto, sangre seca y desesperación acumulada, era angustiante.

Se llevó las manos a la cabeza y suspiró, no lo soportaba, era un olor demasiado desagradable.

Agarró las sábanas y se destapó, se miró y sintió náuseas, tenía más vendajes de los que esperaba y el olor metálico de la sangre los cubría.

Pusó los pies fuera de la cama y tocó el suelo, estaba frío, pero era agradable en cierto modo. Cogió fuerzas y se concentró en dar un paso, las piernas le temblaban y no era para nada fácil.

Sentía que se iba a caer en cualquier momento, pero debía llegar a las ventanas. El olor lo estaba matando, jamás había olido la muerte de tan cerca y sólo podía describirlo con una palabra " asqueroso ", era sumamente insoportable.

Dió un pasó más y sus rodillas cedieron, boqueó y comenzó a sentir el ardor recorrerlo; los brazos, la cara, las piernas, todo absolutamente todo le ardía.

Se encogió en el suelo y chilló, su cuerpo no aguantaba algo tan simple como lo era dar dos pasos.

Levantó la cabeza y vió la puerta del baño, tenía que llegar a el, tenía que verse, las líneas, no podían estar ahí, no deberían.

Se arrastró como pudo entre el llanto y la agonía, pero la curiosidad era más fuerte y el olor más desesperante, tenía que terminar con uno de los dos cuanto antes.

Siguió arrastrándose y gimió, le dolía el más mínimo movimiento, jamás había sentido tanto dolor y había estado herido muchisimas veces, demasiadas para su gusto, pero jamás, jamás había sido a ese nivel de gravedad.

Se dió la vuelta y miró el techo, aún le quedaba un poco para llegar al baño, en otro momento habría hecho el camino en menos de treinta segundos y sin embargo ahora debía pararse a descansar, la vida daba muchas vueltas.

Cerró los ojos y suspiró, comenzaba a sudar frío y ni siquiera era capaz de levantar el brazo para limpiarse la frente, soltó un poco de aire y sonrió leve, al menos no estaba muerto o eso esperaba.

No era religioso pero probablemente si lo fuese no iría al cielo, lo tenía más que claro, así que esto podría ser seguramente su propio castigo en el caso de que estuviese muerto y el cielo y el infierno existiesen, claro estaba.

Negó y parpadeó perezosamente, esto le traía muchos recuerdos, algunos buenos y otros malos, recordaba una época de su vida en la que había estado muy enfermo, no había sido ni capaz de ponerse en pie, justo como en este momento. Había pasado muchos años atrás pero ahora podía recordarlo más lucidamente, como si no hubiese pasado casi tiempo.

Ghost Drivers  "Dioses de la muerte"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora