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De aquel hogar lleno de amor, dulzura y paz, en donde años atrás se esperaba a Sam con mucho amor, ya ni quedaba nada, todo se volvió tenso.

Los nervios seguían, el miedo crecía. Las peleas comenzaban a ser más, Sam ya no quería ir al jardín de niños.

Emilio trata de jugar con ella, pero la pequeña le a tomado miedo desde que vio que su papá le pegaba a su papi y me sacaba sangre.

Ahora la princesa de papá, tiene pesadillas y hace del baño mientras duerme, frecuentemente corre a la habitación de Joaquín para dormir con el.

Faltaban pocos días para que la niña más mimada por uno de los empresarios más grandes de México cumpliera años.

Emilio a organizado una fiesta en un salón de lujo, cumpliendo los deseos de su Reyna, contratando a la empresa Disney para traer a sus personajes. Su asistente era la encargada de anotar todo lo que Emilio dictaba, mientras ella estaba sentada en las piernas de este.

—Entonces tengo que aguantar verte alado de ese?— dijo Talía mientras comenzaba a desabrochar su blusa.

No perdía el tiempo.

—Es la fiesta de mi princesa, y los mejores empresarios irán a la fiesta, tengo que dar la imagen de un buen padre de familia, pero no será mucho tiempo, por qué después de eso te recompensare, así que te depositaré para que te compres ropa bonita ese día tienes que estar hermosa..— dijo Emilio y la agarro por la nuca, besándola.

Quién diría, Emilio, el gran chico bondadoso, sencillo, quién a los ojos de todos tenía el matrimonio perfecto con Joaquín, sería todo un cabron.

—Tratalo mal, no me gusta ver qué lo trates bien, odio cuando lo tratas bien...— dijo cuando los labios de Emilio recorrieron su cuello.

[...]

—Anda amor, necesitas comer algo... Después iremos con Eduardo por tu vestido de princesa..— dijo Joaquín animando a su pequeña hija.

Los golpes comenzaban a desaparecer de su cuerpo, habría más si no hubiera mantenido distancia con Emilio, pero los nervios estaban ahí.

La pequeña comenzaba a comer migada por migada. Sus ojitos ya no mostraban felicidad, sus ojitos ya no brillan, y su sonrisa ya no parece rayito de sol.

Una cuarta parte del plato comió Sam, eso era avance a comparación de otros días en donde solo probaba un chícharo del arroz.

Animadamente, la niña tomo la mano de su papi para ir por su vestido de princesa que Emilio le había mandado hacer con el mejor diseñador de todo México.

Si, Sam era una niña de marca.

De regreso a casa prefirieron caminar, respirar el aire fresco del parque que estaba en el centro de la ciudad.

—Que paso amor? Quieres un helado?— sofocado y recuperando la respiración se sentí alado de ella.

La niña veía a todos lados, viendo a miles de papas junto a sus hijos, jugando, abrazando a su pareja y otros papás cargaban en sus hombros a sus hijas. La tristeza la invadio, y creció más su llanto al recordar que su papá ya no la quería por fea.

De regreso a casa todo estaba mal, la niña ya no quería comer, solo tomo un trago de su leche y subió a su habitación, encerrandose y tapando sus oídos con la almohada al escuchar a sus papitos pelear nuevamente.

Un Ángel Llora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora