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Las semanas se fueron como agua, y ya estaban a principios de noviembre, eran días horribles, el llanto de Samantha no paraba.
Emilio había ido por ella junto a Talía y la chica le habría regañado por qué ella quiso ir sentada de copiloto con su padre, y a lenguas de la chica ese era el lugar de ella.

Los gritos de ambos chicos se escuchaban en la habitación, los golpes se contuvieron por qué Sam estaba presente.

Niurka había llamado a talía para informarle de la pelea, y la puso en altavoz para que lograra escuchar lo que Emilio le gritaba a Joaquín.

—Ya me tienes hasta la madre, por tu culpa la niña está así, de frágil, llora fácil, es una niña de cristal.— le grito Emilio hacia Joaquín, apuntando directamente a su hija. —Por todo llora o por todo es berrinchuda.—

—Todo esto es tu culpa, todo esto.—

Samantha lloraba más fuerte, sus mejillas rojas se ponían calientes de tanto llorar, sus ojitos cafés estaban hinchados, y solo tapaba sus oídos.

Salió corriendo de ahí, con Joaquín detrás de ella.

Emilio vio su reloj y salió de ahí, tenía la reunión con los socios y embajadores chinos, hoy sería la última reunión en donde firmarían los acuerdos faltantes y cerrarían el trato para llevar la empresa Osorio al otro lado del mundo, llevándose consigo más de cien empleados mexicanos.

Salio enojado con todo el mundo, subió a su camioneta y aceleró lo que pudo, quiso tomar su teléfono pero lo olvido en casa.

Sami, Sami había calmado su llanto, le había dolido que su héroe favorito le habría llamado berrinchuda.

—Ya no me quiere verdad?— pregunto con hipido en su vocecita dolida.

—Si te quiere mi amor.—

—No no me quiere, no me hubiera gritado así, ya no lo quiero ya no lo quiero.— grito la niña y se encerró en su clóset junto a panchito.

La idea que dabas vuelta en su cabeza hace días, no lo dejaba tranquilo.

Fue a la habitación que desde hace mucho compartió con Emilio, sacando las cosas que tenía en su clóset.

Se sentía realmente mal, sentía esas ganas inmensas de llorar, de gritar, de decir todo.

Emilio cuando llegó a la oficina lo primero que hizo fue mandar a llamar a Talía, la chica con una estúpida sonrisa entro queriendo darle un beso, pero lo primero que recibió fue una cachetada por parte de Emilio.

—Que te pasa idiota, no creas que soy un costal de box como el pendejo de Joaquín.—

—Por que chingados regañas a Samantha, por qué lo hiciste, no eres nadie para hacer eso.—

La furia estaba en su rostro, su mirada podría lanzarte llamas.

—No le e dicho nada, esa niña es mentirosa, tu mismo lo haz dicho, esa niña es berrinchuda.—

Quiso decir algo más pero la secretaria entro anunciando que era la reunión que solo faltaba el.

Salio lo más rápido que pudo de ahí, relajándose y arreglando su traje gris.

Quería estar de buen humor para saludar a todos aquellos hombres millonarios.

Entro a aquella reunión, mostrando sus mejores diseños que habían creado junto a Eduardo, los traductores de aquellos ancianos, daban muy buena señal que les estaba encantando todo el trabajo de Emilio.

Un Ángel Llora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora