17

1.5K 202 97
                                    

Mentiría si dijera que estaba tranquilo, o que no le preocupaba nada, por qué era todo lo contrario. En su pecho había una presión que le causaba preocupación.
Su día anterior fue realmente pesado; había recibido reclamos por parte de talía sobre por qué puso las acciones a nombre de su madre, si ellos ya habían quedado en una sola cosa. No le había quedado de otra, pues su madre era de mayor confianza, y por qué la empresa también era de ella, también por qué sus abogados le habían aconsejado que hiciera lo que ellos le ordenaban, ya que si ponía algo a nombre de Talía o su "hijo" le afectaría, pues el aún seguía casado con Joaquín, y sus actos tendrían graves consecuencias.

El día había llegado, el primer enfrentamiento contra Joaquín, el primer enfrentamiento con su enemigo con el que compartía cama. ¿Ironía de la vida? Pelear el divorcio en fechas similares a la que se hicieron novios y cuando se casaron. Tonto y absurdo.

Ridículo, todo era ridículo, si solo Joaquín fuera más fuerte nada de eso pasaría, tuvo que aplazar las capacitaciones solo por las ridiculeces de Joaquín.

—Listo hermano?— hablo Eduardo cuando tomo de su café.

Emilio veía a la nada su mente andaba quizá en otro universo. Cerro los ojos con fuerza y trago duro. Sonrió amargo.

—Listo, no sabes cuántas ganas tengo de verle la jeta a Joaquín, verlo ahí como siempre débil y llorando, era lo único que hacía.— la puta sonrisa enferma se formó en sus labios.

—Asi se habla hermano, déjale en claro quien es Emilio Marcos.— ánimo su amigo.

Ambos tomaron sus maletines y salieron con rumbo al juzgado. Sus abogados eran los primeros que habían llegado.

Ticteaba su cuchara sobre la taza de café, tenía demasiado nervios, no sabía cómo reaccionaria en cuanto viera cara a cara a Emilio, aunque ya no podía golpearlo o humillarlo, solo de verlo le daba temor.

—Diego se a adelantado, junto a los abogados de Emilio tienen una reunión ahorita.— hablo Renata haciendo regresar de sus pensamientos a Joaquín.

—Perfecto, yo, yo iré por mi hija, compermiso.— abandono su lugar para ir en busca de su pequeña rizada.

Al verla suspiro tristemente, nada era fácil. La pequeña veía el televisor junto a panchito, ella vestía un vestido negro con holanes de la blusa, su manga larga blanca le hacía conjunto, sus medias blancas gruesas le daban el toque junto a sus botines negros, su boina negra no podía faltar dejando resaltar sus pequeños rulitos dorados. Tenía sus mejillas rojas y su naricita también.

—Mi amor, hoy pondremos en práctica lo que nos explicado tu tío Diego y Azul... Crees poder hacerlo?— susurro cuando de puso en cuclillas frente a la niña de sus ojos.

La niña de quedó en silencio, y tomo las mejillas de su padre, para después juntas sus pequeñas frentes.

—Es por nuestro bien princesa, es el primer paso de muchos.— volvió hablar y su hija no respondía.

—Prometes que pase lo que pase vamos a estar juntos?— por fin hablo y sus ojitos fingían estar bien.

—Pase lo que pase, tú y yo siempre estaremos juntos, por el resto de nuestras vidas.— le sonrió y la niña lo abrazo.

—Tengo miedo papi, y si mi papito se enoja conmigo y ya no me vuelve a querer.—

—Eso no pasará, y si se hace realidad, yo te voy a querer por los dos.— le acarició sus ricitos color oro, y después le regaló un beso.

Un Ángel Llora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora