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Martes, 3:47pm. La hora de la comida, en silencio total, con una mirada fría viéndolo, levanto la mirada y se encontró con la maldita mirada y sonrisa socarrona.

Niurka sonreía triunfal, al ver los golpes que tenía Joaquín en su rostro.

Giro a ver a Sam y ella solo comía de su sopa lo más lento que podía, tratando de analizar el rostro de sus padres.

Sam vio a Emilio y el solo le envío un beso al aire y le sonrió. Emilio estaba golpeado y rasguñado por todo su rostro también.

Giro a ver su papito, y Joaquín solo le acarició el cabello, le hizo una mueca triste.

—Te duele mucho papi?— pregunto la pequeña en susurro al ver qué su papi se quejo, su labio abierto ardía mucho.

—No mi amor, termina de comer, haremos tarea..—

La tensión era inimaginable. Emilio se fue de ahí, Niurka tirando indirectas por todos lados y Sam corría a su habitación.

Joaquín fue el último en levantarse y abandonar esa mesa, no recogió por qué para eso estaba Cecilia.

Subió a su habitación y saco una carpeta de papeles de su clóset.

Certificado de muerte fetal.

Ese papel era el que más le dolía en su corazón, nunca supo de su embarazo pero tampoco evitaba imaginar que si los golpes de Emilio no hubieran existido, ahorita el estuviera disfrutando de un embarazo de cinco meses.

Se encerró horas en esa habitación llorando, abrazando ese papel a su pecho, le volvía loco la idea de que no podrá engendrar más, y lo único que tenía era Sam, solamente ella.

Tomando sus pastillas, sus lágrimas bajando, su corazón hecho pedazos, sentado en el piso y recargado en la puerta de esa habitación era como el estaba. Su labio ardía, la marca roja de la ebilla dolía, las manos remarcadas en su cuello dejaron moretones. Estaba muerto en vida.

Un par de golpecitos se escucharon afuera de su habitación, susurrando su nombre, una dulce voz le llamaba desesperada.

—Papi estás bien? Quiero estar contigo me abres papi? La abuela me regaño..— era Sam implorando por qué su papi abriera la puerta.

Cómo pudo se puso de pie guardando las cosas en su closet
Abrió la puerta dejando entrar a su pequeña hija, y se aferró a su cintura.

—Tranquila mi amor, ven haremos la tarea, corre por tus cositas, haremos la tarea en el jardín..— beso la frente de su pequeña y ella asintió, salió corriendo hacia su habitación.

El castaño lavo su cara y tomo su tranquilizante. Saco un cigarrillo de su cajón y lo encendió.

[***]

Masajeaba su cien mientras escuchaba la alegata que Eduardo y Talía tenían, peleando la noticia que había salido en el periódico.

Famoso empresario se lía a golpes con su esposo en vía pública.

—Y ya le dije que lo deje, Niurka me apoya, ya le dije que viviéramos juntos, pero no ahí anda jugando a la familia perfecta, si me hubiera hecho caso, ahorita nada de esto estuviera pasando..— grito Talía hacia el mientras se ponía atrás de su silla para hacerle un masaje.

Un Ángel Llora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora