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—Asi mismo se le ordena se mantenga a una distancia favorable de al menos dos kilómetros de la niña Samantha Isabell Osorio Bondoni, como también del C. Joaquín Bondoni Gress.— repaso mil veces ese párrafo.

Matías tomó cartas en el asunto apelando y poniendo contra demanda ante Joaquín, Emilio tenía derecho de ver a Samantha.

—Haz lo que tengas que hacer así sobornes al juez, tengo el derecho de ver a Isabell es mi hija.— grito el rizado hacia sus abogados mientras estos hacían su trabajo.

Habían pasado al menos una semana de que no veía a Samantha, aquella habitación estaba sola triste y vacía, el lugar de Samantha estaba ahí, y pelearía por su hija hasta que el juez le otorgue libertad hacia ella.

En esa semana paso mucho, miles de demandas le llovieron, exigiendo gran parte de la compañía, así como dinero por reparación de daños, le demandaban por agresiones, por soborno hacia la autoridad y miles de asuntos más, aparte de que los policías a quienes soborno lo demandaron por haberse quedado sin trabajo.

—Mati algo que podamos hacer para que Joaquín no nos quite la empresa, que sería?— dijo Niurka mientras veía el papeleo entre todos aquellos hombres de gran poder.

—Decir que Emilio está en banca rota, podemos decir que la empresa está empeñada y que le a firmado unos pagarés a uno de sus socios, así el juez verá que no tiene nada y no podrá pelear nada.—

—Eso estaría bien, que ni piense que me despojara de lo que tengo, pon eso, envíale a Diego eso, que no tengo nada y que estoy quebrado, que solo cuento con lo suficiente para mantener a Samantha, pero específica que la voy a mantener solo si ella está conmigo, por qué de otra manera no.— hablo el rizado pasando su mano por su cabeza.

En otro lugar a la misma hora, ella jugaba sin ganas en aquel jardín inmenso de la casa de su abuela, de su boca no salían palabras, solo asentía a lo que le pedían, Samantha había dejado de hablar cuando llegaron a casa de los Gress, Gigi por su parte hacia todo por qué Sami hablara o riera al menos pero ella no lo hacía.

—Y si leemos los cuentos que trajo mi tío Joaco? Mira que bonitos cuentos..— Gigi abrió el cuento favorito de Sam y ella en un movimiento rápido lo jaloneo haciendo que Gigi se cayera al suelo.

—No toques mis cosas, ese es mio, mi papi y yo vamos a leerlo cuando lo vea de nuevo, es mío no toques nada que es mío y de mi papito.—

Gigi por su parte comenzó a llorar Diego llegó hasta donde estaba su hija, y vio a Sam.

—No pasa nada mi amor estarás bien, debes entender a Sam, ella está triste tampoco debes tomar las cosas sin permiso mi niña tranquila.— Diego mimo a su hija y las palabras que decía fueron suficientemente fuertes para que Sam comenzará a llorar.

Su papito llegó a decirle lo mismo.

Ella estaba sufriendo mucho, Joaquín ya no sabía cómo acercarse a su hija sin ser culpado o sin ser corrido por parte de ella, ya no sabía que más hacer y su desesperación era tan grande, tomaba mil pastillas al día para los nervios.

—Sam amor puedes venir, es hora de hacer tarea.— grito Joaquín hacia la niña y ella solo lo vio y entro corriendo hasta su habitación.

Hacer la tarea era una tortura, Sam no ponía la atención que debía, había un punto en el que Joaquín era quien coloreaba y hacia los números con tal de que Samantha no llorará.

Un Ángel Llora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora