Las semanas pasaban,y con ellas el dolor aumentaba, la ausencia hacia cada vez más ruido.
En la calle se veía decorado todo de navidad. ¿Pero.. que jodidos festejaban los demás? Que de bueno tenía ese mes. Nada, no tenía nada de bueno, todo era gris, todo era triste para el y para Joaquín.
Después de haber corrido a Talia de su casa, el silencio reinaba cada día más su casa, todo a su alrededor se había llenado de basura, ropa sucia, y los repartidores de comida rápida llegaban cada dos horas a su puerta.
Parecía que las lágrimas se habían secado, pero la tensión se notaba en su cara, sus ojeras eran de noches enteras de no dormir, su cabello estaba desarreglado, solo giraba de un lado a otro. Imaginando cosas que fueron y no siguieron.
Su corazón extrañaba a Samantha, el extrañaba escuchar un "papito te amo" de la dulce voz de su hija.
Pataleaba la cama, se estaba volviendo loco.
Matías le había avisado, que por los problemas anteriores y las demandas, todo seguía en pie y tenía que presentarse ante el ministerio público. Por qué los problemas parecían que nunca se iban a ir.
Uno de sus socios; Roy, fue quien se quedó al frente de la empresa en lo que el terminaba de asimilar todo. El trabajo era lo que menos le importaba, ya no.
Tomo sus llaves, y salió directo a un bar, quería ahogar las penas.
Y paso por ese lugar, ese lugar que hizo que su corazón terminara por estrellarse en el piso y que su garganta amarrara un nudo. Le dolía ver esa fila llena de niños esperando por una foto de Santa Claus, que ironía, un año anterior, el y Samantha estaban ahí mismo, riendo y temblando del frío, esperando juntos por la foto con el famoso santa, una foto que quedaría solamente en su recuerdo.
Freno y quedó ahí, viendo a todos los niños brincotear, reír, pero la imagen de una pareja disfrutar de sus hijos hizo que se golpeara mentalmente. Sus ojos se llenaron de lágrimas, de esas que queman y rompen tu alma, de esas que te ahogan en un vaso de agua.
Todos tenían a sus hijos y el, estaba solo, tan solo. Lo mejor de su vida ya no volvería jamás, y la necesitaba a su lado.
Prometía esta vez valorarla.
Aceleró todo lo que pudo, y llegó a un bar donde era visto seguido. Pidió un trago y se sentó en la barra.
Quién lo iba a decir; el empresario más cotizado, caía en las redes del vicio. Trago, tras trago quemaban su garganta.
"Samantha carajo, deja de hacer tanto ruido, me molesta. Me estresas niña."
Quién diría que iba a extrañar esos ruidos toda una vida.
Había negado el último abrazo de su hija, había rechazado los pequeños te amo de esa dulce niña, y el, el solo pudo cagarla más que nada.
Una mano tocó su hombro, giro y aquel hombre decidió acompañarlo con una copa.
—Emilio, no encuentro las palabras correctas y no existirán palabras de consuelo para aliviar tu dolor. Después de lo sucedido, con mi hija, creo que debes saber algo, quizá te duela en el alma, quizá, también debí decírtelo esa noche.— el señor, era el padre de Talía, quizá a él le daba más vergüenza que a su propia hija.
—Israel... Es difícil. Todo es difícil.— susurro Emilio, cuando pidió otro trago.
El señor, solo lo vio, suspiro y no sabía por dónde comenzar.
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Un Ángel Llora
FanfictionLo que amor fue; amargura se volvió. Nunca subestimes la fuerza de Dios.