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El juez había analizado situación por situacion, desde el día del juicio, hasta el momento en donde los abogados llevaron sus siguientes demandas.

Incluso había pensado muy bien lo que tenía que hacer, pero parecía muy cruel de su parte, pero su trabajo requería ayudar a la gente.

La situación de Sam era demasiado crítica, buscaba una alternativa, pero sus padres parecían que competían entre ellos.

Al leer las demandas de Emilio, y las de Joaquín, se dio cuenta de una sola cosa.

Los dos peleaban cosas materiales importandoles muy poco lo que suceda con Samantha. Pedían dinero, terrenos, papeles, autos, la empresa, uno de los dos quería que el otro se hundiera. Pero ¿Y la salud de Samantha? Dónde había una demanda tan siquiera de Emilio hacia Azul, o donde estaban los bauches del pago de la colegiatura, no existía nada de eso. Ni por parte de Emilio, ni por parte de Joaquín, Joaquín no exigía, pero tampoco cedía que Emilio hablara con la psicóloga.

Era estresante ese caso, demasiado a decir verdad.

Samantha jugaba alegremente con Samay, las dos había aprendido hacerse compañía, si Sam olvida por error a panchito, Samay se lo llevaba, Joaquín había aprendido sus horarios de hacer del baño, y siempre la sacaba al jardín a las 7 de la mañana.

Samantha estaba feliz por qué en la tarde su papá pasaría por ella, Joaquín solo la vistió y le explicó algunas cosas al momento de ir con Emilio.

-Gracias papito, por dejarme ir con mi papá Emilio, yo lo extrañaba mucho, no te enojas verdad?- pregunto Samantha cuando Joaquín la peinaba.

-No mi amor, solo con que te portes bien conmigo. Te vez muy bonita.-

-Muchas gracias papito, tu eres el mejor de todos, del universo entero.-

Joaquín le sonrió y termino por peinarla, Samay dormía cómodamente sobre la cama que le había regalado Gigi cuando fue a pedirle disculpas a Sam. Después de todo es su hermanita, quizá los errores los cometemos todos, y Sam sabía que guardar rencor era malo.

Con su mochila de cambio de ropa, toallitas húmedas, talco, perfume, peine, fue como salió Samantha, su mochila de caracol de colores unicornio era su favorita, donde según ella llevaba sus secretos. Y con secretos se refería que Joaquín todavía la talqueaba. Panchito no faltaba alado de ella.

Bajo a la sala, fue directo ala bota que decía su nombre y dejo su carta de navidad, sobre el sofá abrió su bolsita llena de besos de nuez y comenzó a comerlos, dejando por sus mejillas restos de sus dulces.

Diego llegó hacia ella y le sonrió.

-Princesa, estás lista?- pregunto y ella asintió feliz, Diego le limpio sus mejillas llenas de polvorón blanco.

-Si tío, ya estoy lista.-

-Andando, te entregaré.-

Emilio la esperaba afuera, por primera vez llegaba temprano a algo cuando trataba de ella.

-Papito.- grito y fue hacia sus brazos.

-Hola mi amor como estás? Lista para irnos de paseo?— pregunto Emilio cuando la estrecho en sus brazos.

—Si papito, estoy muy feliz.—

Diego había dejado la puerta abierta y una peludita corría apresurada hacia Samantha por qué no la dejarán sola en la casa.

Un Ángel Llora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora