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Azul quería rendirce al ver el silencio que tenía Samantha. Habían pasado al menos 45 minutos que llegó y no había dicho nada, ni siquiera en como le fue en la semana. Sam estaba recostada en aquel sofá enorme viendo hacia el techo, mientras sus manitas las tenía en su regazo.

La mente de Azul brillo al poner en juego su última carta, suspiro, bajo la tabla de anotaciones, quitó sus gafas y suspiro resignada, para volver a tomar aire y por fin hablar.

—Sami, si tú me platicas lo que te sucede y me escuchas a todo lo que te diré. Yo personalmente iré a hablar con Joaquín para que deje que Emilio te vea, que te parece?— sonrió cuando Sam no dudo dos segundos en girar a verla, de solo escuchar la palabra "Emilio" ella prestaba atención.

Su corazoncito revolotio, extrañaba tanto a su papá que haría lo que fuera con tal de verlo de nuevo.

—Me lo juras? Juras que si te cuento todo, veré a mi papito?— pregunto la pequeña rizada con un brillo especial en su mirada. Sus ojitos tenían esperanza todavía.

—Lo haré pequeña, pero si cooperas conmigo, y me escuchas, es importante que me escuches.—

Sam asintió a todo lo que azul decía y ella comenzó a relatar su semana. Comenzando desde el día jueves en donde vio a su papito afuera de su ventana bajo la lluvia, llegó a viernes donde Joaquín le suplico que le dirigiera la palabra y la obedeciera, platico que en el jardín de niños ya no estaba cómoda y ya no quería estar más ahí junto a todos esos niños tontos, comento que en sus sueños Emilio aparece ahí con ella jugando.

Isa llorando suplico que Azul le dijera a Joaquín que le dejara ver a Emilio. Y llegó a Martes; día de su cita donde toda la mañana Joaquín se la paso fumando y tomando licor desesperadamente, mientras gruñía por qué su papito gritaba que no era posible que su abuela lo estuviera demandando por golpes hacia su persona.

Azul después de escuchar todo el relato de la niña quedó sorprendida de cuántas cosas sabía esa pequeña niña, no, no eran cosas buenas, Sam estaba aprendiendo todo lo malo que estaba sucediendo con su pequeña gran familia.

—Pero mis papitos van a regresar verdad? Vamos a volver a vivir juntos verdad Azul? Mi casa solo tiene cucarachas eso es todo?— pregunto con la esperanza en su vocecita que rogaba por qué le dijeran que si.

—Sam, como lo hemos platicado, mira, hay veces en que los adultos llegan a tener muchos problemas y es necesario que vivan separados para que vivan bien.—

—Como?— la inocente voz de la niña le dolía a cualquiera que la escuchará hablar.

Azul en ejemplo tomo las figuras que tenía a su lado para ayudar a comprender a Samantha.

—Si mira mi niña, aquí yo tengo cuatro mandarinas, pero de esas cuatro, una está podrida okey?— Samantha prestaba atención a todos los movimientos que hacía su psicóloga. —Si yo junto estás tres mandarinas que todavía están bien junto a esta mandarina podrida, todas comenzarán a echarse a perder, es decir todas comenzarán a ponerse negras y ya no servirán para comer, y entonces tendremos que desecharlas todas, desperdiciandolas. Pero si quitamos la mandarina podrida y la alejamos de las mandarinas que están bien, no habrá ningún problema, es decir la alejamos y podemos ponerla en una maceta, o de comida a los pajaritos, pero si la dejamos..—

—Si la dejamos junto a las demás, las mandarinas ya no servirán y se echaran a perder y no podremos comerlas, se contagian las demás frutas. La mandarina podrida es mala y si la dejas junto a las buenas las hará malas también.—

Un Ángel Llora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora