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Emilio era bien recibido en su empresa, el joven empresario estaba de manteles largos. Todos lo felicitaban, era su gran día. Era un buen inicio de semana.

Increíble inicio de semana.

Entro a su oficina y estaba arreglado por Talia. "Feliz cumpleaños mi amor". Decía la pancarta.

—Feliz día precioso, te amo.— susurro y corrió abrazarlo.

Emilio le sonrió y la beso. Bien era lo único bueno que hacía.

—Hoy iremos a cenar al mejor restaurant, también e invocado un pequeño convivio el fin de semana, ligero para la ocasión, tu cumpleaños no debemos dejar pasar.— dijo y se aferró a él.

Emilio le sonrió, y le plantó un beso en la frente.

—Gracias por todo. Te amo— sonrió.

—Bien creo que llegue en un mal momento hermano. Veo mucha miel.— dijo Eduardo viéndolos, había entrado con un regalo.

—No que va, solo agradecía. — dijo y giro para ver a su amigo.

—Felicidades Bro, muchos días como este, feliz día, pero vamos que haremos.— dijo cuando estrecho a Emilio en sus brazos.

—Ir a cenar a un restaurante Talía te envía la ubicación.— dijo y sonreía.

Su mañana iba excelente, pero la sensación y vacío estaba ahí. Todos los socios y empresario le enviaron sus felicitaciones en regalos caros y muy finos.

Todo estaba bien, sus primeros veintitrés años comenzaron de la mejor manera.

Juanita y ella terminaron embarradas de harina y chocolate, habían echo galletas y pastelillos. Sam estaba feliz el regalo de su papito ya estaba, solo faltaba guardar sus cartas y dibujos en una caja de regalo, subió de la mano de Juanita para ir en busca de algo bonito, quería lucir preciosa como una princesa, pues Emilio dijo que iría por ella y ella quería estar bonita para su papá.

Renata la veía brincotear y estar feliz de un lado a otro, incluso a ella le había tocado un harinazo en la cara cuando entro por un vaso de agua, Diego entro a defenderla haciéndole una guerra de cosquillas a su sobrina. Parecía que ganaba mas su felicidad que la depresión, esperaba siempre sonriera así.

Joaquín la vio hacer muchas cosas, cuando la vio entrar a buscar ropa bonita, no dudo en ayudarla a escogerla.

Los ojitos claros de Samantha brillaron en cuanto vio a Joaquín acercarse a ella para sentarla al borde del sofá y comenzar a sacar muchas prendas.

—¿Me ayudarás? Quiero algo bonito, brillante, elegante.— dijo alegre cuando movía los piecitos al aire.

—Podría ser un vestido, quizá color negro brillante.— dijo serio y comenzó a sacar los vestidos de ese color.

—De tanta ropa no sabía que tenía esos vestidos.— dijo viendo sus prendas. —Me gusta este.—

Dijo cuando en sus manos tomo aquel vestido negro llegaba hasta su rodilla, podría convinarlo con unas balerinas.

Joaquín asintió y guardo lo demás, vio su reloj, eran las dos con cincuenta minutos.

—Vamos a comer, después Juanita te arreglará, yo voy a salir, iré al despacho de Nikolas.—

Un Ángel Llora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora