Capítulo 1

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Las etapas en la relación entre dos personas siempre tienen que vivirse por lo que son: etapas. Forzar o adelantar algo, traerá problemas en la relación.

Mario Andrés quiso que me fuese a vivir con él. Su argumento es que ya nos conocíamos, ya habíamos convivido juntos y que me había aprobado para dormir en su cama.

Me negué porque no quiero apresurar nada con él. Él no definió que somos y tampoco quise preguntar más allá de lo debido para evitar que se sintiese presionado.

Stephanie y Dilan volvieron un desastre mis maletas porque yo no recordaba en cuál había metido lo que les compré. Estando se viaje, entendí lo que Mario había dicho que viajaba con las maletas vacías. Yo me fui con una y regresé con tres.

—¿Estás seguro de salir al mundo tan rápido? —plantea Stephanie al llegar a la cocina.

—Tengo que hacerlo. Han pasado dos semanas y media. Ya lo deben ver como algo normal.

—Cualquier cosa, no dudes en llamarme —advierte mientras se sirve una taza de café.

Dilan siempre es el último en bajar y me estresa hasta lo hueso que tarde tanto. Se va temprano en la mañana a la universidad que queda más cerca del centro comercial en comparación de nuestra casa.

Cuando por fin se decide a bajar, le entrego su desayuno en un envase y salimos de la casa de una vez. Ando todo ansioso por ir a verme con mi jefe. Dejo a Stephanie en el canal y luego a Dilan en la universidad para irme al trabajo. Me bajo de la camioneta revisando el teléfono que estuvo vibrando, tiene varias llamadas perdidas de Mario y un mensaje.

Mario Andrés: Buenos días, señor Boat. Te registré en mi ascensor para que puedas subir sin cruzarte con idiotas.

Sonrío al leer el mensaje y entro en el ascensor sin contestar. Antes de ir a mi oficina, me dirijo a la de Mario para saludarlo. Reviso mi cabello, la nariz, los ojos, mi aliento. Nunca se sabe.

—Buen día —saludo serio a las secretarias y entro en la oficina sin esperar respuesta.

Mario Andrés está sin saco escribiendo en la computadora y no es hasta que estoy cerca que levanta la cabeza. Sonríe como si estuviese días sin verme y se levanta de la silla.

—Buenos días, señor Mario —me acerco a darle un beso—. ¿Cómo va todo?

—Bien. Las acciones bajaron un poco aquí, no mucho. En USA se mantienen y en España subieron una buena cantidad. Supongo que por Ibiza y Chueca.

—Me alegra, aunque pregunto cómo estás tú. ¿Dormiste bien anoche?

—Estoy bien y no, no dormí bien anoche. Me hizo falta mi chico.

Mario se acerca para besarme y el sonido del teléfono lo interrumpe. En la pantalla ve que es la secretaria y regresa para besarme. Estoy apoyado en el borde del escritorio con las piernas abiertas, él está entre mis piernas con sus dos manos a cada lado de mi rostro dando protagonismo al beso entre nosotros.

El sonido del teléfono regresa después de haber cesado y me despego de Mario para pedirle que atienda. Con un gruñido, se aparta para tomar el teléfono.

—¿Qué pasa, Clara?

El teléfono está tan cerca que puedo escuchar la chica al otro lado hablar.

Hay una señora buscándolo que dice ser... ¡No pueden pasar sin autorización!

La chica grita algo al otro lado del teléfono que se escucha adentro cuando abren la puerta de manera brusca, llamando mi atención al voltear. Un chico de facciones finas y joven, muy parecido a Mario entra. Detrás de él, una mujer muy elegante de cabello negro, con labios pintados de rojos y lentes de sol.

Enséñame a VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora