Capítulo 31

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Tenía tanto tiempo que no disfrutaba un fin de semana con Mario Andrés como el que siguió después de su cumpleaños. Cuando hicimos el amor por tercera vez esa noche, el cansancio lo venció. Sin embargo, los días siguientes no fui perdonado.

Fuera de eso, pasamos tiempo de pareja. Hablamos de planes para el futuro, le cociné algo más variado sin despegarme de su dieta y vimos una buena cantidad de series.

Aunque parte de mi mente estaba en nosotros, otra parte estaba maquinando algunos asuntos y él lo notó. El tiempo que llevamos juntos no es mucho, pero lo que hemos vivido nos ha hecho conocer al otro hasta el mínimo detalle. Más de una vez me preguntó si pasaba algo, si necesitaba algo, si me sentía mal. A todo le respondía lo mismo: no.

Y es que no ganaba nada con responder sus preguntas si él le iba a restar importancia o preocuparlo demás. Por eso, decidí tomar otras medidas.

Ayer en la noche le envié un mensaje a Sabrina con los datos de la persona en cuestión para que investigara con sus amigos policías los antecendentes, vínculos, propiedades, grupo sanguíneo. Todo lo que me pudiese interesar de Ivone Durán.

El acuerdo fue que me pasara la información por correo y yo la revisaba en la oficina. Casi a las diez y media me avisó que estaría aquí a las once en punto para hablar lo que ella catálogo como información ultra clasificada.

La extensión de mi oficina suena y atiendo enseguida.

Señor Boat. La señorita Sabrina Verástegui se encuentra aquí.

—Déjela pasar —cuelgo.

Mi alocada amiga entra a la oficina con una cara de pocos amigos. Me saluda con una seriedad que nunca le había visto, la invito a sentar y le sirvo un vaso de jugo para que se relaje un poco.

—¿Cuál es información ultra clasificada?

—¿De dónde conoces a esa mujer y por qué la mandaste a investigar?

—Trabajaba aquí como gerente de mercadeo. Fue despedida porque estaba haciendo mal trabajo. Pero para mí, estaba en algo raro.

—¿Raro cómo?

—Sabotaje, espionaje, no sé. Déjate de rodeos y se clara.

—La identificación de Ivone Durán es completamente falsa. Ese número no existe en los datos del gobierno y no aparece nadie con sus nombres completos.

—¿Cómo se llama?

—Atenea... del Toro.

Por un momento, siento que la respiración se tranca en mi cuerpo en su totalidad, las manos me comienzan a sudar de manera abundante y un tic nervioso se establece en mi pierna izquierda, haciéndola temblar de manera involuntaria.

Sabrina desliza una carpeta arriba del escritorio y la abro. Dentro de ella, se encuentran los documentos reales de la ex empleada de la empresa. Pasaportes, licencias, títulos académicos y algunas fotos de ella.

—¿Mario Andrés tuvo cinco años en su empresa a la hermana de su mamá y no lo sabía? ¿Sabrá, incluso, que Olimpia tiene una hermana?

—Son hermanas por parte de papá. Atenea es la menor.

—Mierda. Yo... ¡Mierda! No sé qué hacer.

—Lo primero que tienes que hacer es decírselo a Mario Andrés —aconseja.

—¿Decirme qué?

Es la segunda vez que entra en mí oficina y me consigue hablando de algo que debo o no puedo decirle. No quiero guardar secretos con él, pero si ya yo no quería decirle que las cosas que hizo Ivone me parecieron extrañas, ahora que sé es media hermana de su mamá y trabajó tanto tiempo aquí, mucho menos.

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