Capítulo 50

111 12 0
                                    

Hace varios meses no sentía tanta paz como la que he sentido en este mes que ha pasado desde que nos mudamos. En ocasiones, Mario se ha mostrado nostálgico y en cierta forma lo entiendo, la habitación y en baño que ocupamos en el apartamento es pequeño en comparación al que teníamos en el suyo y, bueno, hemos tenido pequeñas diferencias por mi meditaciones matutinas en el retrete.

También por el trabajo porque a pesar de que trabaja desde aquí y Don Marco le cedió todas sus responsabilidades como presidente de Emporio Internacional, extraña su gigante oficina con todos los... juguetes que le tiene.

Menos mal que eso lo resolvemos hoy. No me gusta verlo con un apice de tristeza o que discutamos por cosas insignificantes.

Así sean pequeñas.

Don Marco y yo hicimos muy buen lazo en poco tiempo. Cuando le decía a Mario para ir a un sitio, yo era quien debía responder que sí para que este aceptase. Terminaba yo más emocionado por lo que conocíamos que al mismo invitado. Para él, si yo estoy feliz, él también lo está.

Quería venir con nosotros a San Diego, pero Mario le advirtió que no viviría con nosotros. En su lugar, le ofreció una habitación en el mismo apartamento en que vivirá Carlos.

Por una parte, me pareció egoísta de su parte. Mario se rehúsa a vivir en el pequeño (lo que entiendo según su pasado) y rentamos un apartamento que es exageradamente grande. Por otra parte, lo entiendo porque estamos acostumbrados a nuestra privacidad. A andar desnudos o en pantalón de pijama sin ropa interior, a hacer el amor en cualquier parte de la casa o simplemente pasar la tarde viendo una serie o una película con el sonido envolvente.

En realidad, hay más en contra.

En el vuelo de mi país a Miami juré no volver a comer antes o durante un vuelo. La hamburguesa que comí esa noche me hizo vomitar durante las casi cuatro horas de vuelo. Cuando creía que no había algo más para vomitar, siempre aparecía un poco. Por lo que, llegados a San Diego, lo primero que hacemos es buscar para desayunar y otras cosas que necesitamos para el apartamento, el cual no hemos visto hasta ahora.

—Cada vez que vamos a un lugar nuevo, siento celos —confiesa Mario y llama mi atención de la ventana.

—¿Por qué? —frunzco el ceño con una sonrisa.

—Porque todo llama tu atención y te olvidas de mi. Todo lo miras como solo deberías hacerlo conmigo.

—¿Qué culpa tiene California de ser más atractiva que tú? —me burlo y él finge ofenderse.

—La zona metropolitana de San Diego es lo... menos atractivo que tiene California. Todavía tienes que conocer La Jolla, Los Angeles, Beverly Hills o donde espero que vivamos con nuestros hijos si no regresamos a nuestros país: Bel Air.

Mi madre asustada muy seria me dijo...

Te mudas ahora mismo con tus tíos de Bel Air —completa Carlos al interrumpirme con una voz graciosa de mujer.

—Escuché que Bel Air es una zona costosa —opino.

Toda California es costosa. En especial Bel Air. Algunas son casas pequeñas, viejas o tradicionales. Son de precio elevado porque viven celebridades y grandes empresarios que han han construido gigantes mansiones  con un lujo excesivo. Además de que tienen vista casi panorámica a toda la ciudad y los vecinos están a varios metros de distancia.

—Hablando de vecinos, ¿cuántos tendremos?

—Son dos apartamentos por piso, es decir que son ochenta. El dueño del pent house dónde viviremos compró los dos y los convirtió en uno solo, por lo que el ascensor será exclusivo de nosotros. El edificio en sí tiene unos dos años construidos y por lo moderno, que lo hace costoso, no hay casi vecinos. Aún así me aseguré de que el piso de abajo sea ocupado por Carlos y su familia cuando lleguen.

Enséñame a VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora