Capítulo 45

111 14 5
                                    

¿Soy el único al que el mar le causa una felicidad exagerada?

El cambio de clima entre Vietnam y Japón nos hizo mal a los tres, por lo que Don Marco, Mario y yo estuvimos resfriados por casi una semana y tuvimos que extender el viaje, cuando solo estaríamos una semana. El lado positivo fue que estuvimos en la ciudad cuando el médico dió los resultados del exámen, dejando cita para dentro de seis meses y luego será anual.

Lo primero que hice al llegar de los otros dos días que estuvimos en Miami dejando a Don Marco fue buscar la persona que estará a cargo en la empresa. De pequeño había pensando en la posibilidad de vivir en otro país y, en medio del mal rato que pasé por Olimpia, tenía la necesidad de hacerlo. Pero ahora siento que voy a extrañar mucho esta felicidad.

La privacidad es algo que no se sacrifica y, por más que tengas confianza con la persona que vas a vivir, no dejas de ser un extraño. Durante el primer mes estaremos con Don Marco, en lo que el abogado resuelve mi residencia. Luego, nos mudaremos a San Diego para empezar con gestación subrogada.

—Esposo, tenemos un problema —aparece Mario en mi oficina de repene.

—¿Qué pasó? —me levanto alarmado al ver su cara de preocupación.

—Martha dijo que quiere ver a sus nietos crecer y Carlos se rehúsa a que lo dejemos aquí.

Me siento en la silla de nuevo, llevando una mano a mi pecho para tratar de calmarme. Pensé que era algo realmente grave.

—Lo de Martha lo entiendo. En cierta forma, ya su trabajo contigo terminó y le queda ver a sus nietos crecer. En cuanto a Carlos, ¿le planteaste la posibilidad de llevarlos con nosotros?

Mario apoya su cuerpo del escritorio con las piernas abiertas y me paro entre ellas, coloca ambas manos en mi cintura y yo paso las mías por sus hombros.

—Martha tiene que estar conmigo siempre. ¿Quién me cocinará y hará las demás cosas?

—¿Tu esposo? —levanto una ceja con obviedad—. Con menos trabajo, no habrá mucho que yo pueda hacer. No tengo problemas con pasar el día haciendo eso cuando estemos solos. Con Carlos, hay que hablar. Puede ir a visitar a su familia de...

La puerta de mi oficina la abren sin tocar y desvío mi atención hasta allí. Mario gira la cabeza un poco y ve por encima de su hombro. Al ver de quién se trata, regresa la vista a mi con el ceño fruncido.

—¿Por qué entra en tu oficina sin tocar?

—Señor, ¿puedo hablar con usted unos minutos?

—Lo mismo quiero saber —le respondo a Mario en voz baja—. ¿Qué quieres, Peter? ¿Por qué no tocaste la puerta antes de entrar?

—Se me olvidó. ¿Podemos hablar a solas?

Mario se levanta del escritorio y se coloca a mi lado autoritario.

—Mi esposo no tiene nada que hablar a solas contigo.

—Es de trabajo, señor.

—Con mucha más razón. Tengo que saber todo lo que pasa en mi empresa.

—Mejor regreso luego, señor Boat.

—De Carotelli —aclara Mario—. Mejor, vete y no vuelvas. Poulson se encargará de tu pago.

—Pero yo... necesito mi trabajo, señor —dice Peter con voz temblorosa y la cabeza gacha.

Le dedico una mirada asesina a Mario y regreso mi atención al pobre chico en la muerta. Si es verdad que tiene que mejorar en algunas cosas, pero nadie merece que lo traten así en un empleo. Menos por celos.

Enséñame a VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora