Capítulo 46

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Dos semanas en completo cautiverio.

No hubo un solo motivo de peso suficiente como para sacarnos del edificio. Mario ordenó que se hiciera una revisión más profunda del personal con entrevista personal incluída.

Lo que queríamos era adelantar el viaje, pero también estar en el evento benéfico, por lo que planeamos salir en la madrugada, en lo que termine el evento.

Esta noche pasarán tres cosas interesantes. La primera de ellas es que Mario Andrés y yo entraremos al evento por la puerta grande, como se debe. Será la primera vez que estaremos en público delante de toda la prensa como un matrimonio. Lo segundo interesante es que será la primera vez que estaremos con todos sus socios corporativos y demás con una condición sentimental diferente al año pasado. La tercera, es que cerraré el evento con una canción que me emociona mucho.

En vista de que no podía ir con la banda a ensayar, lo hacía desde la casa o nos conectabamos por videollamada para afinar ciertos detalles. Mario estaba feliz con la elección y disfrutaba de verme ensayar siempre. Sin embargo, la vergüenza me ganaba y me detenía a mitad de la canción.

Con maletas incluidas, salimos al sitio del evento en el mismo lugar que se realizó el año pasado. Mario está completamente tranquilo respecto a mostrarse en público conmigo. Yo estoy un poco más ansioso. Me causa curiosidad la reacción de las personas y lo que reseñarán en las noticias.

Mis amigos llegaron primero que yo y me avisaron que el sitio está abarrotado de reporteros, más de lo que había el año pasado. Según escuché, Mario contrató una empresa de seguridad para que custodien la noche. Así que hoy nada puede salir mal.

—¿Qué te preocupa? —cuestiona Mario, llamando mi atención de la vista en la calle.

—Nada, ¿por qué?

—Porque no me estás prestando atención.

—Estoy pensando en la letra de la canción, no se me vaya a olvidar —es lo primero que se me ocurre decir—. ¿Qué me decías?

—Nada, mi amor. Solo quiero tener tu atención como la calle. Hasta celos me dan.

Sonrío con su tonta broma y me recargo en la abertura entre su brazo y su pecho. ¿Estamos a tiempo de regresar?

Una aparatosa tranca nos sorprende cuando Carlos cruza en la calle siguiente. Carros, personas y mucho personal de seguridad forman parte de ello. Faltan unos veinte minutos para que comience el evento y no creo que nos dé tiempo a esperar que avancen los demás. Santiago sugiere ir caminando y Mario acepta, por lo que se comunica con los demás guardaespaldas en la otra camioneta para que se acerquen a buscarnos.

Los cuatro bajamos de la camioneta una vez que Carlos se ha estacionado y vienen los guardaespaldas por nosotros. Dos de los hombres que acaban de llegar se colocan delante de nosotros y los otros dos se quedan atrás; Carlos y Santiago vienen a cada lado de nosotros.

—¿No crees que estamos siendo muy exagerados?

—Tratándose de ti, nunca será exagerado. Así tenga que contratar un ejército para cuidar al amor de mi vida, lo haré.

—Estás siendo exagerado —sentencio—. Confirma, Santiago.

—Exagerado de primera, señor —responde y sonrío.

Dos son los primeros camarógrafos que se percatan de nuestros grupos y comienzan a tomar fotos aún si saber de quién se trata. Mario bufa y se aferra de mi mano. Lo más crucial es que él era quien decía que todo estará bien, que no habrá problemas y que eso no es algo del otro mundo.

Enséñame a VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora