Capítulo 8

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CAPÍTULO CON CONTENIDO +18 EXPLÍCITO

El nuevo apartamento de mis amigos no queda muy lejos de donde vivo yo, cerca del canal de Stephanie y en la vía al centro comercial: la ubicación perfecta.

Esta primera semana de vivir juntos ha sido buena para ambos. Es ordenado, higiénico y tranquilo, excepto cuando quiere hacer el amor que se pone fastidioso. Le había advertido que en la mañana antes de salir a trabajar, no lo haríamos, pero cuando lo despierto con besos y caricias, es imposible no terminar haciéndolo.

Hoy se despertó primero que yo para traerme el desayuno a la cama por ser mi cumpleaños.

—¿Lo hiciste tú? —escaneo la bandeja con la comida y a él.

—Sí, todo.

Los huevos revueltos están del color que me gustan, el tocino tostados al punto y el pan con la cantidad justa de mantequilla.

—¿Qué comiste tú? —pregunto y pruebo los huevos.

—Lo mismo...

Abro la boca para reprenderlo y completa su idea antes de escucharme.

—... que todos estos días: frutas y jugo de pepino.

Estrecho los ojos por la mentira y continúo comiendo.

—¿Qué vamos a hacer hoy?

—Es una sorpresa. El helicóptero llega a las diez por nosotros. Tienes que... ¿estás bien?

Tomo medio vaso del jugo de naranja porque me ahogué con tocino.

—¿Helicóptero? ¿A dónde vamos? Me dan miedo.

—No te puedo decir dónde vamos. ¿Por qué le tienes miedo a los helicópteros?

—Christian Grey casi se mata en uno, por eso.

Mario suelta una carcajada y besa mi mejilla, recordando que es solo un libro. Para mí, si algo pasa en un libro, puede pasar en la vida real.

Termino de comer mientras el revisa su computadora para adelantar algo de trabajo, puesto que no estará hoy en la oficina. Bajo a llevar la bandeja a la cocina y encuentro a Martha lavando lo que utilizó Mario para el desayuno.

—Feliz cumpleaños, hijo —felicita la mujer—. ¿Veintidós añitos?

—Gracias. Sí, son veintidós.

—¿A qué hora regresan? ¿De qué quieres la torta?

—Red Velvet la torta —respondo sin dudar—. No sé a qué hora regresemos, ni siquiera sé a dónde vamos.

El reloj en la pared indica las nueve de la mañana, por lo que me despido de la mujer para subir a buscar la ropa y ducharme.

Mario está en el vestier buscando algo y se sorprende cuando entro en el lugar. Hace como si está buscando qué se pondrá, ignorando que estoy aquí.

—Un jean, pero ya lo conseguí.

¿A quién cree que engaña?

—Está bien. ¿Qué tipo de ropa llevo? ¿Habrá frío, calor, vamos a la playa?

—Es fresco. Lleva algo por si te quieres meter en el agua.

Sale del vestier y se mete en la habitación de huéspedes, actúa muy sospechoso.

Me encojo de hombros y busco algo playero por si acaso, metiendo en un bolso protector solar y crema para el cuerpo. Tomo la toalla y salgo tocarle la puerta para avisarle de la ducha.

Enséñame a VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora