Capítulo 59

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Para hacer la tarde y mi muerte más desagradable, la camioneta donde viajamos no es otra que la mía, donde llegamos hace unas horas.

Hermes me ordena abrir la puerta de pasajeros trasera y obedezco. Dentro de la misma, hay una persona esperando al volante esperando con la camioneta encendida y no me sorprende en lo absoluto que sea Perseo.

—¡Estamos a un paso menos de esa fortuna, primito! —grita Hermes con mucho entusiasmo.

Maldito parasito.

Perseo arranca el vehículo sin emitir comentario y enciende la radio con volumen considerado. Hermes tararea la canción de rock y palmea su pierna al mismo tiempo. Es un descuido viniendo de él y sería muy fácil de mi parte golpearlo en un lugar certero, pero no es un riesgo que esté dispuesto a correr.

Cruzamos en la siguiente intersección y Perseo pisa el acelerador para que lleguemos rápido donde sea que vayamos. Hermes intenta decir algo que no logro percibir y golpea a su primo en el hombro para que reaccione. Este baja el volumen a la música y las palabras del primero me parecen extremadamente desagradable, aunque es la mejor oportunidad que tengo.

—He escuchado que los gais son expertos en orales. ¿Es cierto?

Perseo y yo cruzamos una mirada corta por el retrovisor y regreso mi mirada a Hermes, quien pasa su mano izquierda por la marcada erección.

—Oh, vamos, no seas tímido. Haz algo bueno antes de morir. Además, supongo que si mi hermanito dejó a las mujeres por ti, debes ser muy bueno —ironiza.

Hermes desliza el cierre de su pantalón y mete la mando entre la cavidad para sacar su miembro al aire libre. Le da una cuantas palmadas y luego me mira con una sonrisa de medio lado.

—Vamos, convierteme al lado oscuro.

Que asqueroso.

Nunca he sentido la tentación de serle infiel a una pareja y a Mario mucho menos. El simple hecho de pensar estar con otro hombre que no sea él, me hace sentir mal, repulsivo. Pero no tengo opción.

—Hermes, no lo hagas —advierte Perseo.

—Tranquila, Eva, después de mi por fin comerás del fruto prohibido.

Trato de quitar lo más que puedo la cara de asco y me inclino hasta su lugar con la mano en mi bolsillo izquierdo. Cuando estoy a punto de llevarlo a mi boca, entrelaza sus dedos en lo cabello y lo hala con crueldad.

—Sin trucos, cuñadito. Si me lo muerdes, te castro. Mira que tienes cara de devorador.

Baja su mirada lasciva de mis ojos a mis labios y la detiene allí por unos segundos.

—Ya que hablas de cosas sobre gais, debes saber que cuando miras los labios de uno, quiere decir que quieres probarlos. ¿Acaso es eso lo que quieres o tienes miedo de que te convierta al lado oscuro solo con un beso?

Apenas termino de hablar, Hermes se abalanza contra mí y une mis labios a los suyos. De manera errante y desesperada, su lengua entra a mi boca. Se despega unos segundos a tomar aire y muerde mi labio inferior sin contemplación. El dolor y la sangre avisan que me rompió y aumenta mi desprecio por él un poco más.

Me muevo de mi posición en el asiento y, como puedo, me siento en su dándole la cara. Sin ninguno apartar la vista del otro, paso sus manos por mi cintura y lo hago soltar el nudo sencillo a la bata médica. Mi mano derecha se aferra a su erección y me provoca cortarle la garganta cuando lo escucho gruñir de placer.

Paso mi dedo índice por su glande lleno de líquido preseminal y trazo un pequeño círculo por su tetilla excitada. Bajo su atenta mirada, inclino la cabeza y paso mi lengua por la sensible zona, su mano se aferra a mi cabello y logro que esta vez sea un gemido lo que salga de él.

Enséñame a VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora