Enséñame a Vivir

Capítulo 62

UN TRISTE ADIÓS.

Nochebuena y navidad se convirtieron en noticia cuando se dió a conocer la noticia que Don Marco Carotelli y Mario Andrés Carotelli (padre e hijo), dueños de uno de los conglomerados de empresas más grande del país, fallecieron en un trágico accidente de tránsito en la conocida Pendiente de la Muerte, la famosa y peligrosa curva que está bajando del aeropuerto principal de la capital.

Olimpia del Toro, madre y ex esposa de los difuntos, ha expresado su conmoción por el trágico accidente donde, además, sus nietos también perdieron la vida. La muerte de las cuatro criaturas ha sido lo que más ha conmocionado el país, puesto que muchos no dejan de preguntarse: ¿qué hacían cuatro recién nacidos en un avión?

Sin embargo, la pregunta que el país no deja de hacerse es: ¿DÓNDE ESTÁ JONAH BOAT?, el intrépido y talentoso joven que todos conocimos en verano del año pasado, que salió de la mano y se besó delante todo el planeta con el empresario fallecido, quién dejó a punto de decir el sí a la novia, Tiffany Hans.

Jonah Boat no ha dado declaración ni aparecido en público, siendo esto muy sospechoso después de que se le viera muy enamorado del difunto empresario en su boda, luna de miel y eventos públicos.

Otra cosa que ha hecho a esta historia interesante, es que, al parecer, Olimpia del Toro y los fallecidos no se la llevaban tan bien como ella indica. Amigos y conocidos de ambos empresarios han dicho muchas cosas sucedidas donde Olimpia fue la autora intelectual de los hechos.

Prueban no existen de lo dicho y todo queda en simples rumores. De estos comentarios no hemos tenido la opinión de algún miembro de la familia o directo de Olimpia.

El equipo de redacción envía sus más sentidas condolencias a la familia Carotelli, Boat y Del Toro.

Paz a sus almas.

ACTUALIZACIÓN: El sepelio privado se estará realizando mañana veintiséis de diciembre en el cementerio del Este a las tres de la tarde.

Veo la hora en la barra de notificaciones y maldigo en mi mente al saber que faltan dieciocho horas para que se dé a lugar el sepelio.

Mi tiempo, al igual que mi paciencia, es limitado.

Aunque Kelvin sigue teniendo el sueño pesado como siempre, me levanto en silencio para no arriesgarme a despertarlo. Me acerco con cuidado hasta su cama y acaricio en una fracción de segundos su cabello.

—Gracias por todo, Kelvin. Apartir de ahora, trabajo solo.

Camino a la puerta de manera sigilosa y cierro la puerta de esta misma forma. En la habitación de al la lado, la principal, dejamos a Perseo. Fue lo más sabio tomando en cuenta de que el baño está adentro y se puede cerrar la puerta con llave desde afuera.

Reviso las gavetas y múltiples muebles en el pasillo hasta encontrar en uno lo que ando buscando. Tomo el papel, un lápiz y me siento en la silla, impaciente, a escribir una carta de despedida temporal.

Espero que sea temporal.

Uno... dos... tres... cuatro... Uno a uno van las notas que intento escribir y no se sienten como yo, no se sienten sinceros.

Reviso la hora en el teléfono y maldigo de nuevo al ver que he perdido diez minutos. Tomo una respiración profunda y comienzo la que espero sea la última.

Querido Keke,

Olvidé que tus padres te decían así y como te molestabas cuando yo te decía así porque de mi siempre querías escuchar otra palabra.