Capítulo 4

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Santiago es una versión un poco más delgada que Carlos, pero es igual de alto y terrorífico que él. Por encima, me cayó bien y espero que sea igual a su hermano.

Cuando ellos llegaron, ya estábamos listos para ir al médico. Le hicieron exámen de sangre, el doctor lo examinó y le envió una dieta más balanceada. Martha hace lo mejor que puede al no vivir con Mario, lo que le hace mal es tanta comida recalentada.

Ya vamos de regreso al edificio y recuerdo que estaba por preguntarle a Mario si le podía dar trabajo a Dilan.

—¿Qué sabe hacer?

—Él trabaja en ventas, pero no sé que más sabe hacer.

—En ese caso, tendrá que empezar como asistente. A tí te dí ese puesto de una vez porque yo mismo te ví el potencial y —se acerca mi oído— tu jefe te quería follar —pasa la punta de su lengua por mi oreja.

Por todos los cielos.

Lo alejo y me siento lo más pegado a la puerta.

—Santiago, Carlos se lleva la camioneta de Mario a su casa, pero a mí no me puedes dejar sin movilidad. ¿Cómo vas a hacer para irte?

—Tengo una motocicleta, señor. ¿La puedo dejar en su casa en la mañana?

—Oh, sí, claro. Allí hay un garage cerrado. Recuérdame darte una copia de las llaves más tarde y agregarte en la lista de acceso continuo a la urbanización.

—Listo, señor.

Llegamos al edificio y subimos a la oficina de Poulson de una vez. Pensé que a Mario se le olvidaría o lo dejaría pasar. Tal parece que no es ese tipo de hombre en el trabajo. Aún así, por su salud, le pido que no grite y que recuerde preguntarle a Poulson por vacantes disponibles.

—Buenos días —saludo a la recepcionista y ellas corresponden.

Mario entra de una vez a la oficina sin saludar. Me he dado cuenta que es un persona de pocos modales. Ya se los haré tener.

La mujer en cuestión levanta la mirada y la pasea entre ambos, ella sabe por qué estamos aquí.

—Buenos días —saluda Poulson.

No sé si Mario saludó cuando llegó, a mí no me provoca contestar. Esto no es falta de modales o cortesía, es que me provoca decirle de todo menos eso.

—Poulson, relatame la conversación que tuviste ayer con el señor Boat por teléfono. Tal cual.

—Disculpe, señor, no me gustan los chismes.

¿Le acaba de decir chismoso? ¿Quién le dice a su jefe algo así?

—Poulson, yo he tolerado muchas cosas de ti. Sin embargo, la falta de respeto no es una de las cosas que yo pase por alto. Lo voy a olvidar por ser la primera y última vez. Ahora, proceda con lo que se le ordenó.

—El señor Boat me llamó para dar una serie de órdenes que, primero, no le compete dar. Segundo, le dije que no podemos mezclar asuntos personales con los laborales. Eso fue todo.

—No te la pedí resumida, pero así está bien para lo que tengo que decirte. Jeff está despedido. Asciende desde el asistente hasta al subgerente del departamento, porque tengo a alguien para el puesto base y contrata a las quince personas para los espacios de seguridad.

—Señor, no veo necesario despedir a Jeff por un malentendido y contratar tantas personas.

—¿Un malentendido? Lo de Jeff no fue un malentendido, Poulson. Fue claro en lo que dijo sobre su jefe —le aclaro.

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