—¡The bitches is in da house! —grita Stephanie al verme.
Hoy abrimos al público el nuevo bar y quise que mis amigos estuviesen aquí conmigo para celebrar. Stephanie ya ha estado en otro país y Sabrina ya conoce California, por lo que no están sorprendidas. En cambio, Dilan y Pablo parecen par de pequeños yendo por primera vez al zoológico.
—¡Dios, los he extrañado demasiado! —confieso al terminar la ronda de abrazos.
—Si eres mentiroso —ataca Sabrina—. Cuando estabas allá de verga nos veíamos.
—Sácate la verga de la boca —la empuja Stephanie y me río.
Realmente los extraño.
Los cinco salimos del amplio salón de espera rumbo al estacionamiento, Dilan conmigo contándome sobre los detalles de la empresa.
—¿Cuál es el nuevo juguete y cómo se llama? —cuestiona Pablo.
—Aquella —señalo con indiferencia y le lanzo la llave de la camioneta.
—¡¿Una maldita Navigator?! ¿Me estás jodiendo?
—¿Qué tiene de particular? Me gustaba más Pantera Negra.
—¿Cómo se llama esta? —se interesa.
—Por el color —comenta Stephanie, mirando con atención el borgoña oscuro—, debe llamar Red Velvet o Red Paladin.
—¡Yas! ¡Esa es mi amiga! —chocamos nuestras palmas—. Red Paladin es el nombre.
—¿De dónde lo sacaste? —inquiere Sabrina, con ceño fruncido.
—Una serie —respondo y subimos a la camioneta.
Dilan se va adelante con Pablo y yo me quedo atrás con las dos mujeres de mi grupo. En el GPS del vehículo está puesta la dirección del edificio, por lo que Pablo no debe preguntar cómo llegar. La zona metropolitana de San Diego no es que sea muy grande, pero las centenares de calles hacen que sea inevitable perderse.
Camino a casa, aprovecho y le cuento a los chicos que he hecho en los últimos meses: detalles del club, mis estudios y las pocas discusiones menores que he tenido con Mario por diversos temas.
Pablo se detiene frente al moderno portón de acceso al estacionamiento y le señalo un botón en la camioneta para que se pueda abrir. Todos hacen una expresión de asombro y sonrío porque fue parecida a la que yo hice la primera vez que Mario la hizo instalar.
Señalo nuestro puesto de estacionamiento y bajo detrás de Sabrina cuando Pablo ha estacionado y apagado la camioneta. Entramos al lobby del edificio y mis amigos observan deslumbrados el amplio espacio en la planta baja.
—Mario sigue teniendo el mismo gusto por los edificios —comenta Sabrina.
—Espera a que veas el apartamento —advierto.
Mis cuatro amigos suben detrás de mi en el ascensor y, a medida que vamos subiendo, quedan con la boca abierta por la hermosa vista que tiene el ascensor a la ciudad, incluído el mar. El ascensor comienza a hacerse más lento y se detiene en nuestro piso emitiendo su sonido característico.
—Bienvenidos a mi hogar —abro mis manos de par en par.
—¡Wow! —dicen casi todos al mismo tiempo.
—¡Dime qué Stephanie no pudo venir! —grita Mario desde algún lugar de la casa.
—¡Vine para quedarme! —corresponde ella.
Mis amigos dejan sus cosas en el maletero cerca de la entrada y comenzamos el tour por la casa, recorriendo cada uno de los lugares que les roban el aliento y los hace soltar suspiros como a mí la primera vez que entré. Al terminar con mi habitación, seguimos al último lugar y en el que deben estar Mario, Don Marco y las madres de nuestros hijos.
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Enséñame a Vivir
RomanceJonah logró que Mario Andrés no cometiera el que podía ser el error más grande de su vida: casarse con Tiffany Hans. Ahora, Jonah tendrá que enfrentar a su mamá con el miedo más grande que tiene: decirle que es gay. Además, enseñarle a Mario a crec...