Capítulo 23

119 11 9
                                    

Hombres, mujeres, estructuras: todo en Tel Aviv grita belleza.

Lo primero que buscó Don Marco cuando llegamos fue un guía turístico que hablara español. El inglés aquí no es tan común como en Singapur y en Japón fue prácticamente un golpe de suerte que el médico, algunos sitios de comida, el hotel y algunos centros de entretenimiento, los empleados sabían inglés.

-Por favor, vamos al mejor sitio de comida árabe que haya en esta ciudad que tengo hambre -pide Don Marco.

Tengo una historia no muy grata con comida árabe, donde casi me ahogo con falafel y desde ese día quedé con miedo. Dilan se rió cuando le conté y preguntó quién se puede ahogar con algo así. En mi defensa fue que estaba borracho y eso fue lo que me contaron.

El servicio del hotel fue básico con pan tostado y jugo cuando llegamos; tienen una barra libre con comida y licor desde cierta hora, pero tuvimos que salir antes para poder ir a la inauguración del club restante.

Carlos estaciona el auto que alquilamos frente al local de comida que nos recomendó el guía turístico y entramos en el establecimiento que está abarrotado de personas.

Hablamos con el hombre sobre el menú, nos da su recomendación y pedimos la cena con las bebidas.

-¿Puedo tomar...

-Alá, ¿hasta cuándo? -levanto las manos al cielo-. No, Mario, no puedes.

-Pero no...

-Te dije que no.

-¿Qué te voy a preguntar?

-Si puedes tomar vino y la respuesta es no.

-No era eso lo que iba a preguntar.

-Ah, ¿no? -levanto una ceja desafiante-. ¿Qué era?

-Si puedo tomar... jugo de...

Estoy mordiendo mis labios para no reírme de la mentira que aún no puede terminar de formular y por la cara de burla de su padre y el chófer.

-Ya te pedí lo que vas a tomar -tomo la palabra-. Deberías resignarte con el licor.

-Una copa de vez en cuando no hace mal -opina Don Marco.

-A dos semanas de haber terminado el tratamiento, sí hace mal. No es un tema discutible -callo a Mario que intenta decir algo.

La abstención de licor hasta año nuevo fue una sugerencia del doctor; lo del vino es una mentira mía. Es que ese fue uno de los factores que contribuyó a desarrollar sus células cancerígenas en la úlcera.

El mesonero sirve las dos copas de champagne para Carlos y Don Marco y las dos vasos con jugo para nosotros.

-¿Qué es? -frunce el ceño.

-Jugo de melón.

-Me tienes que estar jodiendo.

-¿Tú crees? -le doy un sorbo al jugo-. Sabe muy bien.

Limpio la espuma en mi labio superior con la punta de mi lengua, todo bajo la atenta mirada de Mario que pasa de mis labios a mis ojos. Tiene la boca entreabierta y puedo sentir sus bocanadas de aire en mi rostro.

Demasiada tensión.

Carlos se aclara la garganta y Mario vuelve a la tierra de las cosas que debe estar imaginando. Se asegura de poner un pitillo en su bebida y en la mía para que podamos tomar sin que se repita el incómodo momento.

-Ahora que me vengo a dar cuenta, nuestros más allegados siempre se aclaran la garganta cuando tú y yo estamos en algo -comento.

-¿Por qué crees que sea? -pregunta Don Marco, sarcástico.

Enséñame a VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora