Pasé por casa de la familia de Stephanie porque si mi amiga se enteraba que visité a los Rivero y no a la suya, iba a hacer el drama típico de ella.
Han sido los cuatro días más difíciles que he tenido en mucho tiempo. Mario entiende que necesito mi espacio, por lo que no me presiona para hacer más que besarnos.
Todas las noches esperaba que terminara de estudiar para dormir juntos y anoche se quedó hasta tarde viéndome ensayar toda la presentación. En las mañanas se despierta primero que yo y sube el desayuno que Martha tiene listo, despertándome con besos por todo el rostro.
¿Así quien no se enamora?
—Buenos días, esposo de vida —saluda Mario cuando abro los ojos.
Te quiero, mamá y lamento no ser lo que esperabas, pero no pienso dejar de ver esta sonrisa al despertar.
—Buenos días —me estiro—. ¿Qué hora es?
—Las diez.
—No puede ser.
Veo la hora en el reloj arriba de la mesa de noche y confirma. Insisto viendo la hora en mi teléfono debajo de la almohada y dice lo mismo.
—¡A esta hora tengo que estar presentando el trabajo de grado!
—Nos quedamos dormidos, ellos entenderán que esto genera estrés.
—¡Mario, no! ¿Qué van a estar entendiendo que soy un irresponsable?
Me levanto de la cama y él me hala, haciendo que caiga a su lado.
—Tranquilo, pequeño —me abraza—. Son las seis. Fue un broma matutina.
Le doy un leve golpe en el estómago y exagera con su manera de quejarse.
Me siento a comer y Mario se levanta corriendo al baño, cerrando la puerta tras de sí. Tomo un poco de café, con la vista aún en la puerta del baño y lo escucho toser. A una velocidad increíble, llego a la puerta del baño y entro a ver qué le sucede. Está sentado frente al retrete y media cabeza adentro.
—Espérame afuera, ya salgo —pide, cuando me he acercado a él.
—¿Qué ti...
La sangre en el agua hace que mi cuerpo se congele, generando un frío entre mi pecho y mi estómago, el jugo que acabo de tomar amenazando con salir.
—Nos vamos al médico ahora mismo, Mario Andrés.
—Tienes tu...
—Una mierda, no me gradúo, no importa. Nos vamos al médico ya.
—No me quiero levan...
Mete la cabeza en el retrete para expulsar más sangre y no sé por qué demonios tengo la necesidad de llorar. Será porque en esta semana he estado muy sensible.
Me siento a su lado y paso una mano por su espalda desnuda. Ahora que lo veo, está un poco más flaco de cuando lo conocí. Su cuerpo sigue siendo firme y su espalda ancha, pero está un poco más delgado.
—¿Quieres agua? —ofrezco con un nudo en la garganta y él se niega.
Espero un poco más a su lado, hasta que él mismo se pone de pie.
—Vamos al médico para que te vean y, si me da tiempo, voy a la universidad —intenta refutar algo y lo callo—. Me importa más tu salud, Mario Andrés. Así que vamos a ducharnos para ir a la clínica.
Se adelanta a entrar en la ducha mientras yo busco los cepillos dentales con la crema. Mi mente intensa máquina el centenar de posibilidades y me causa un poco más de náuseas que pueda ser alguna de las cosas que estoy pensando.
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Enséñame a Vivir
RomanceJonah logró que Mario Andrés no cometiera el que podía ser el error más grande de su vida: casarse con Tiffany Hans. Ahora, Jonah tendrá que enfrentar a su mamá con el miedo más grande que tiene: decirle que es gay. Además, enseñarle a Mario a crec...