Capítulo 15

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¿Por qué la ansiedad hace que los días sean más largos?

Don Marco y yo hacíamos todo lo posible por mantener a Mario animado, viéndolo reír, hablando con él, salíamos a caminar la ciudad, entre otras cosas. La verdad es que de eso nos beneficiamos más nosotros, que él mismo.

El día de los resultados llegaron y el doctor confirmó el informe dado por el médico de Mario en nuestro país: fase I, parte del estómago y no ha tomado el esófago, el hígado o el páncreas.

Ese mismo día se fijó la operación para hoy. Tienen una dos horas en quirófano y Don Marco quedó en avisarme cuando salieran. No soporto estar en ese lugar tan frío con el desespero de esperar a Mario por cuatro horas.

Carlos se vino conmigo a recorrer parte de la ciudad y ver qué podemos comprar. No tengo miedo de que Hermes pueda estar siguiéndonos, pues solo los que estamos aquí con él y Martha manejamos la información de su salud. A mis amigos les tuve que decir que viajamos por trabajo y él informó en el trabajo que estaría de vacaciones.

Hemos recorrido algunas tiendas de antigüedades y recuerdos para comprarles a mi amigos. Entramos a una con un nombre británico y damos algunas vueltas por el lugar. Una vitrina llama mi atención y me acerco para verla.

No puede ser.

Busco mi teléfono y detallo la foto en mi teléfono contra lo que tengo en frente.

—¡Carlos! —lo llamo emocionado.

—¿Qué sucede, señor?

Se acerca y le entrego el teléfono para que repita el proceso que acabo de revisar. Llamo al dueño para ir negociando con él hasta que Carlos dice que sí son.

—Diez mil.

Viajar a Tokio es costoso, por lo que si dos personas con acento latino estamos aquí, es porque hay dinero de por medio. Aunque yo no tenga cara de latino precisamente.

—Es mucho —digo con cara de sorprendido.

—Yo tengo aquí la tarjeta de...

Le dedico una mirada asesina a Carlos y se calla. Me está hablando en español, pero capaz el tipo sabe.

—¿Acepta cuatro mil? —ofrezco.

Le bajé más de la mitad, pero la verdad no creo que cueste tanto.

—Es mucho. Se lo puedo dejar en nueve mil —responde.

Me encanta el acento británico.

—Creo que llego a seis mil.

—Ocho mil y me tomo un café con el señor —se acerca una mujer y señala a Carlos.

—Siete mil y le da un beso. Seis mil y le da un masaje.

—Deal —extiende la mano.

Se supone que es un regalo para Mario, solo que yo no llego a esa cantidad de dinero. Después se lo pago o que cuente como regalo haberlo conseguido.

—¿Cuánto es por fin? —cuestiona Carlos.

—Seis mil... y tienes que darle un masaje a la señora —señalo y casi me da un ataque de risa al ver la cara de Carlos.

—¡¿Qué?! No puedo hacer eso, soy un hombre casado.

—Es un mensaje, Carlos. Ya eres infiel al pensar que serás infiel por darle un masaje a esa señora.

—No entiendo.

Yo tampoco me entendí mucho.

—¿No le harías ese regalo a tu jefe, casi hermano?

Enséñame a VivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora