Anuncios de la directora

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CAPÍTULO 11 

Narra Astrid

Suelto un suspiro de frustración y tiro el lápiz contra la mesa. Llevo dos horas intentando escribir algo pero no consigo concentrarme. No puedo dejar de pensar en Dan y las notas, simplemente, se niegan a fluir y crear acordes o melodías. Son las tres de la mañana y aquí sigo, le prometí a Matt que para hoy tendría algo y no sé ni que tonalidad usar. Me resigno, me pongo una sudadera sobre el pijama y salgo hacia la terraza de música. Una vez que llego allí, abro mi cuaderno de pentagramas y me dispongo a escuchar los sonidos de la noche. El viento canta una triste melodía que pasa por do, fa y sol. Las hojas de los árboles también suenan rítmicas. Escribo todo lo que escucho en mi cuaderno e intento juntarlo de forma que tenga algún sentido. No sé cómo lo hago pero tengo escritas dos hojas, creo que es suficiente, Matt se tendrá que apañar con esto. Vuelvo a mi habitación y me meto en mi cómoda y calentita cama, me quedo dormida instantáneamente. 

*** 

Me despierto y me visto. Bajo al comedor y tomo un café de desayuno. En la mesa solo estoy yo, soy la que antes me desperté. Disfruto de estos momentos de soledad que tanto extrañaba de mi antigua vida. 

– ¿Qué, rubita? ¿Meditando? – dice la voz de Matt a mis espaldas. 

–Algo así. Por cierto, – digo a la vez que le doy las partituras con la música– aquí tienes. Espero que esto te dé una idea. No estaba muy inspirada y no estoy segura de que eso sea lo definitivo, pero creo que es algo con lo que puedes trabajar. 

–No sé si te has dado cuenta, aunque sé leer música, yo no toco ningún instrumento, no sé cómo suena esto. 

– Imagina el sonido de las notas en tu cabeza. 

– ¿Eso se puede hacer? 

– ¿Tú no puedes hacerlo? –pregunto incrédula. Desde pequeña ha sido natural para mí escuchar las notas en los ruidos, las sirenas de las ambulancias, en todo. Los conozco tan bien que cuando pienso una nota es como que la estoy escuchando en mi cerebro.  

– Nop, tu eres la loca que oye voces, yo soy el sexy bailarín por el que están loquitas todas las mujeres de la academia. –dice el muy presumido. Levanto una ceja interrogante y digo: 

– ¿Hasta la directora? 

–Ella no lo sé, pero por lo menos todas las adolescentes.  

– ¿Hay enfermería aquí? Creo que tienen que mirar si por el exceso de ego te puedes intoxicar o algo, es que no puede ser bueno. –Suelta una carcajada. Llega el resto de la pandilla y se sientan a la mesa. 

–Bueno, yo me voy, a ver a quién me ligo para que toque esto. –dice sin darse cuenta del doble sentido de la frase. 

– ¿Matt?-medio grita Claire con los ojos como platos. Yo estallo en carcajadas y toda la mesa se me une. 

–Adiós, rubia. –Se despide por fin Matt.  

–Adiós, Mr. Ego. 

*** 

Es sábado, ha pasado otra semana más llena de clases y ensayos, y no tengo nada mejor que hacer que estudiar. Vale, eso es mentira, me quedan dos semanas de clases normales y luego otras dos de exámenes y audiciones. Cuatro  semanas más y nos dan las vacaciones de Navidad, hay que ver qué rápido pasa el tiempo. 

Oigo la voz de la directora por la megafonía que hay en cada habitación diciéndonos que nos reunamos en el salón de actos. Me dirijo hacia allí con Lis y Claire y nos dejamos caer en unas butacas centrales del anfiteatro. El sitio es enorme y precioso, tiene ese estilo moderno pero conserva ese aire antiguo y misterioso del arte. La directora hace su aparición en escena y toma el micrófono que le tiende uno de sonido. 

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