3• Sujétame.

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La puerta se cierra luego de que Yugyeom le dé un empuje lo suficientemente fuerte como para sobresaltarnos aún más. Me pongo de pie más rápido que Oliver e intento acercarme a mi amigo, el cual se mantiene en silencio, con una mirada llena de veneno que parece acentuarse cada vez más, dirigida exclusivamente a mí y como si casi no tuviese control sobre su cuerpo, se tambalea hacia un costado, encaminándose hacia el cuarto de baño.

¿Está ebrio?

—Yugyeom —lo llamo, pero me ignora.

Se tropieza y se sostiene de la pequeña isla en la cocina, confirmando la pregunta que me estaba haciendo.

Está ebrio.

Está muy ebrio.

—¡Yugyeom! —exclamo y lo tomo del brazo.

Él gruñe lo suficientemente fuerte como para que los demás departamentos del piso lo hayan escuchado, mientras suelta su brazo, regalándome un empujón violento, que me deja sentada en el piso. Oliver no tarda en acudir a mí, y sin pensarlo está dispuesto a ir al encuentro de Yugyeom, quien continúa como si nada hasta llegar al baño, pero me pongo de pie y coloco mi mano en su pecho para que no se entrometa. Sin importarme lo que acaba de hacer, tironeo de la camisa de mi compañero de piso, ganándome unos ojos furiosos que no tengo duda de que si los molesto un segundo más podrían hasta matarme. Pero estoy cegada de preocupación, así que vuelvo a tironear de él, justo a tiempo para ver en cámara lenta como su mano libre se eleva en un puño, listo para arremeter contra mi rostro. Mis reflejos no fallan y no solo lo esquivo, sino que también cazo el envión en el aire, despidiéndolo lejos. El simple movimiento es fuerte y decidido, y él está tan ebrio que se desequilibra dando un paso hacia atrás para no caer, en mi intento de ayudarlo, mis dedos lo sujetan del pantalón y él vuelve a empujarme, haciendo caer, sin querer, el arma que tenía escondida.

El silencio invade la atmósfera, ambos miramos el revólver que ahora gira en el piso y entonces siento los brazos de Oliver rodearme para alejarme, pero yo me suelto, al mismo tiempo que el agresor estira su pie para atraer el artefacto hacia sí.

La mirada de Yugyeom no dice nada, no tiene ni una gota de arrepentimiento al encontrarse con mis ojos, incluso los entrecierra acompañándolo con la sombra de una sonrisa desinteresada. Se pasa la lengua por los labios y voltea sobre sus talones para finalmente adentrarse al cuarto de baño. Doy los pasos suficientes para llegar hasta la madera, pero del otro lado se oye el pestillo, prohibiéndome el acceso.

—¡Yugyeom! —grito acompañando de unos cuántos golpes.

No recibo respuesta, el corazón me late con fuerza y el aire comienza a ausentarse de mis pulmones. Oliver está intentando apartarme pero lo ignoro tanto como Yugyeom a mí.

—Paige, por favor —está desesperado, su voz tiembla.

—Basta. ¡Yugyeom!

Me estoy preparando para seguir insistiendo durante veinte minutos más, pensando que está por darse una ducha, sin embargo, la puerta se abre en seguida, liberando su torso desnudo y su cara un poco más presentable. Ahora el corte sobre su ceja derecha se ve perfectamente, con intenciones de seguir drenando sangre. En el cuello y casi sobre las clavículas tiene al menos cinco chupetones que me dejan en blanco.

—¡¿Podrías contestarme?! —exijo— ¿Qué mierda es lo que te pasó? ¿Qué mierda es lo que estás haciendo?

—Quítate —pronuncia cuando no cabe por el pasillo.

—¡No! ¡No harás lo mismo de siempre y te irás! ¿Qué es lo que estás haciendo?

—¡Quítate! —vocifera.

Las reglas de un corazón roto. #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora