21• El mundo será nuestro.

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Como si acaso fuese posible, mi corazón se acelera al escuchar esas palabras. Jinyoung me observa atentamente sin decir nada, está analizando mi expresión pero no sé si espera recibir una contestación de mi parte. Aún sostiene el dije que le corresponde a mi cadenita así mismo como yo sostengo el que corresponde a la suya. El silencio es abrumador y hasta excitante, se corta con el intento de nuestras respiraciones algo alteradas que pretendemos calmar. Jinyoung traga saliva y al parpadear sus ojos se posan en mis labios durante una fracción de segundo que se vuelve demasiado larga para un momento como este. Parpadea una vez más, aceptando la irregularidad del oxígeno en sus pulmones y suspira, dando por concluido el momento cuando quita su mano de mi cuello y reposarla en el apoyabrazos detrás de mi hombro, obligándolo a adoptar una posición que lo mantiene justo a mi altura. Mis latidos se disparan, sintiéndolos ahora por todo mi cuerpo mientras lo sigo con la mirada, descubriendo al final que simplemente acaba de usar su mano de apoyo para reincorporarse.

Una vez está de pie, no sé cómo salir del transe en el que me he metido yo sola al creer que iba a...

Niego con la cabeza internamente.

Concéntrate.

—Gracias por la charla —dice sin más, acomodando su camiseta, dejando caer la cadena por debajo de esta—. Pero ya es tarde, debemos ir a dormir.

Embobada, me reincorporo hasta sentarme.

—¿Tienes sueño ahora? —curioseo, porque yo todavía no estoy ni cerca, menos luego de toda esta información.

—Un poco, pero igual ya es hora. —¿Por qué insiste en hacerse el duro ahora?

—¿Estás mejor?

—Bastante. —Me mira.— Ha sido de ayuda, tenías razón —pronuncia, pero no está siendo sincero.

Frunzo el ceño.

Observa por sobre mi cabello la lámpara encendida y luego el libro que he hecho a un lado para abrazarlo mejor, luego presiona sus labios y vuelve a concentrase en mí con una actitud mucho más calmada y hasta podría decirse... ¿dulce?

—Estoy mejor —repite casi en un suspiro, con un asombro que se está esforzando por ocultar. Cierra la boca con intenciones de concluir allí, pero lo piensa un poco más y sus labios se separan sin soltar un sonido todavía. —. Yo... —divaga— Gracias por darme la oportunidad de explicarte las cosas.

—¿De qué hablas?

Niega con la cabeza, soltando un resoplido que le eleva una de sus comisuras.

—Nunca creí que tendría la oportunidad de decirte toda la verdad —confiesa mirándome a los ojos.

—Todavía faltan muchas cosas por enterarme —retruco.

—No. Hablo de mi verdad. Mi verdad.

Quiero bajar la cabeza, pero sus ojos me tienen atrapada.

—Nunca tuve la oportunidad de explicarte nada en el pasado. Y aquella tarde te dejé ir sin saber si algún día la tendría. Sin siquiera saber si algún día te volvería a ver.

—Bueno —intento sonar relajada—, las deudas pendientes hay que saldarlas.

Finalmente, Jinyoung suelta una sonrisa.

—¿Crees que algún día podremos saldarlas todas?

Tenso mi mandíbula, una de mis manos se esconde debajo de mi pierna, estrujando la tela del sofá a modo de liberar toda la presión que estoy haciendo.

Relájate, Paige.

—¿Acaso las deudas no están hechas para ser saldadas?

—Es un buen punto. —Asiente.— Pero no siempre se puede, a veces quedan así para siempre. Cuando uno parece tener la oportunidad, resulta que nunca es el momento correcto.

Las reglas de un corazón roto. #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora