5• Si la oscuridad me ciega.

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No puedo parpadear, creo que hasta me he olvidado de cómo respirar.

Aún encorvada, me acomodo sobre mis pies para huir del panorama visual del Jinyoung que parece no darse por vencido en encontrar a alguien a quien pueda pertenecerle lo que acaba de agarrar. Lo entiendo, puede ser confuso, el cementerio está completamente vacío y yo, como una idiota, me estoy escondiendo detrás de una lápida.

Quiero recuperar el pañuelo. Lo necesito, es mío, pero no estoy lista para esto.

De repente observo una vez más el epitafio, presiono mis labios y entorno la mirada con cierta molestia, como si realmente estuviese mirando a Mark, reprendiéndolo por algo, y por algún motivo, su sonrisa se hace presente en mi mente, y él planta sus ojos en mí, divertido, como si me estuviese molestando a propósito con algo que sabe que es cierto.

Yo niego con la cabeza. En mi mente o en algún plano siento que estamos teniendo una pequeña conversación. Una situación que, solo con nuestras miradas, nosotros podríamos entender.

Me muerdo el labio, intentando controlar mi pánico porque esos tres muchachos todavía se aproximan y están a punto de llegar al camino de piedras en el que me encuentro. Así que, agachada, como una jodida imbécil, me desplazo en cuclillas hasta el primer árbol más cercano que, para mi suerte, es bastante grande como para cubrirme a mí y a alguien más.

Me pongo de pie, descansando mi cabeza contra la corteza y respiro. ¿Qué está haciendo aquí? ¿Por qué está aquí? ¿Por qué hoy? ¿Por qué a esta hora? ¿Por qué él? Simplemente, ¿por qué?

El viento continúa soplando, haciendo desastres con los mechones de mi largo cabello que sobre salen por debajo del gorro, a tal punto que lo tengo que sujetar para que no revelen que hay una persona justo detrás de este tronco. Tomo una bocanada de aire grande pero con disimulo, calmándome a mí misma, relajándome, no tengo por qué actuar como una tonta. Trago saliva y me preparo para volver al camino, pero apenas me asomo, reconozco a Youngjae y Jaebeom, parados a cada lado de Jinyoung, quien está arrodillado frente a la tumba de mi hermano. Él está colocando un muy bonito ramo de flores, para a continuación, acariciar con sus dedos la misma flor particular que me ha llamado la atención a mí que está creciendo justo en el límite.

No es necesario que Jinyoung diga absolutamente nada, segundos más tarde Jaebeom le da una pequeña palmada en el hombro antes de desaparecer hacia el otro lado junto con Youngjae, dejándolo solo. ¿Él también necesita un momento a solas?

Me quedo en donde estoy, con el cuello apenas inclinado para poder admirar la escena, y en seguida mis ojos se posan en sus labios, que se curvan en una sonrisa dolorosa. Parpadea con cierto pesar todavía observando la flor, que es de un precioso azul claro, y es la única. Respira de forma pausada al admirar el epitafio hasta que su pequeña sonrisa se disipa.

Me muerdo el labio y retomo mi posición detrás del árbol, este es un momento privado, mejor ir en busca de Oliver y volver cuando ellos se hayan ido, aunque creo que ya concluí mi charla con Mark, y por un lado no quiero irme y por el otro necesito recuperar el pañuelo. Cierro los ojos con fuerza y suspiro, lista para encaminarme hacia otro lado para esperar, pero entonces escucho:

—Espero estar haciéndolo bien. Espero que ella esté haciéndolo bien.

Mis pies se clavan en el suelo, mi corazón se congela, todo el mundo se detiene.

—Lo único que quiero es que no creas que la abandoné. La cuidaría con mi vida para siempre, justo como me lo pediste, e incluso lo haría si no hubiese sido tu último aliento. Tú me confiaste lo más preciado para ti, con conocimiento, o tal vez no tanto, de que ella es y seguirá siendo siempre lo más preciado para mí. No sé si estoy cumpliendo bien con las expectativas, pero le di su espacio porque lo necesitaba, ella así lo quiso y yo quiero que esté bien. No hay nada que más quiero en este mundo que ella esté bien y tranquila. Lo querré siempre, a pesar de saber que yo no soy parte de esos planes en su vida. Pero... Mark... —hace una pausa, soltando un gran suspiro— En aquella época todos nos hicimos promesas. Nunca le fallaría a quien nunca me falló a mí. Incluso en tu momento más desesperante confiaste en un grupo de desconocidos, habiendo vivido una de las peores traiciones y una vida en la que no pudiste ni contar con el apoyo de tu familia. Un día prometimos que la encontraríamos, sé que la dejé ir, pero la promesa sigue en pie. Aunque pase el tiempo, aunque pasen los años, aunque me pase la vida, cada tanto, algún día, en algún momento, en algún lugar, sé que la encontraré... solo para confirmar que está bien. Espero que no estés molesto por eso, pero no quería presionarla, solo quería que ella vuelva a confiar que el mundo podía ser exactamente como ella lo había conocido. Con la esperanza de que algún día vuelva aquella Paige.

Las reglas de un corazón roto. #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora