36• Encontraremos el fin.

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En la mirada de Jinyoung hay un brillo peculiar que nunca antes le había visto, demasiado bonito para ser real. ¿Cómo puede estar haciendo esas preguntas con tal expresión?

Su corazón no se detiene ni ralentiza, espera pacientemente que alguien emita algún sonido sin perder la calma.

No puedo creerlo.

—¿Dónde está Cian? —pronuncia, esperando que Matt pueda hablar— ¿Y Yugyeom?

Ninguno de nosotros tiene la valentía suficiente para romperle el corazón.

Y entonces, sus ojos vuelven a encontrarme, como si ese fuese el lugar exacto en el que debería esperar.

Sostengo el contacto sin ser capaz de respirar, acumulando tantas lágrimas que no es necesario parpadear, mi mandíbula se tensa al querer hablar y mi garganta se cierra, haciéndome saber que en cuanto suelte una palabra, romperé en llanto.

El silencio se extiende y finalmente niego con la cabeza.

—Lo siento —digo en un hilo de voz—, no puedo con esto.

Sin esperar nada más, mis pies giran sobre sus talones para salir de la habitación. Al llegar al corredor presiono las palmas de mis manos en el hueco de mis ojos, conteniéndome a mí misma. Suelto un suspiro errático con el que busco llenar de aire mis pulmones, pero este es tan tembloroso que me deja insatisfecha.

En seguida, escucho unos tranquilos pasos alcanzarme, así que volteo, corajuda, buscando enfrentarme a quien quiera que haya venido, porque necesito saber que no soy la única que está sintiendo una angustia enorme en el pecho.

Me encuentro con Oliver, que, sin decir nada, me hace saber, en las limitaciones de su inexpresividad por estar todavía enojado conmigo, que, está aquí para mí.

Abro la boca queriendo decir algo, pero no me siento con el derecho. No quiero llorar en sus brazos, dilatando cada vez más las disculpas que le debo. Sé que todavía nos hacen falta muchas respuestas, sé que, incluso en este momento no debería fragilizarme y ceder a que todos somos inocentes, porque la vida me ha golpeado tantas veces como para ya haberme dejado claro que cualquiera, absolutamente cualquiera, puede traicionar y decepcionar. Sé que las teorías están esparcidas sobre la mesa, sé que quizá ya hayamos llegado a la conclusión que tiene la verdad, sé que podemos estar equivocados, y sé que, quien nos ha delatado puede ser Cian, como Yugyeom, como cualquiera de los que estamos aquí, porque a esta altura ya ni siquiera me sorprendería que haya muchas más personas detrás de esto. Y duele, duele muchísimo. Pero ver la decepción en los ojos de alguien más porque eres tú quien ha fallado, es demasiado para mí. Por algún estúpido motivo me siento más apta para tolerar que todo este grupo me falle, a o yo fallarle a uno de ellos.

—Lo siento —digo sin aliento.

Se queda callado por, probablemente pocos segundos, pero para mí son eternos.

—Lo sé —responde en un tono pequeño—. Pero no puedo desenojarme contigo.

Lágrimas mudas se deslizan por mis mejillas y yo clavo la mirada en mis pies.

—Lo sé —sollozo—. Créeme que no quería lastimarte, y por primera vez... —titubeo— Dios —articulo entre dientes, sin poder soportar el dolor—. Por primera vez me permití cerrarme, creando una burbuja que me aleje de ti, porque eres la única persona que conozco que es tan importante para mí que no me ha fallado ni me ha demostrado ser algo que no es, y tuve miedo.

El chico me observa fijamente, sin decir una palabra, no obstante, no luce molesto, sino dolido, pero también comprensivo, y no entiendo como tal combinación puede ser existente.

Las reglas de un corazón roto. #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora