34• Yo esperaré por ti.

64 7 68
                                    

Corremos con la suerte que solo es existente durante la madrugada. El pie de Youngjae ha estado pisando el acelerador sin ser interrumpido por el tráfico o semáforos. La ruta es bastante directa, pero para nosotros, que estamos derrumbándonos de los nervios, se hace eterno.

—En menos de diez minutos deberíamos estar llegando —anuncia Jaebeom, sin quitar los ojos del mapa que le muestra el rastreador.

—Espera —lo interrumpo, recordando el comentario que ha hecho antes—, ¿por qué dijiste que se dirigían al aeropuerto?

—Porque fueron por ese camino —señala la pantalla, mostrándome la autopista que eligieron.

Asiento con la cabeza, rindiéndome a una nueva duda.

—¿Y sabemos que no han dejado a Jinyoung ahí?

—Según lo que mostraba esto, no se detuvieron, de haber sido así hubiese entrado en pánico.

Asiento otra vez, tiene sentido.

—¿Matthew no ha dicho nada más? —Me mira.

Niego.

—Solo balbuceos.

En el momento en el que el mismo Matthew cayó en cuanta de en dónde se encontraba, solo pudo musitar un "¿Qué estamos haciendo aquí?".

En su defensa, para mí, fue demasiado genuino como para ser falso, pero ni Jaebeom ni Youngjae compraron la expresión. Desde ese momento solo ha hablado en voz baja, amenazando al supuesto conductor del auto, quien solo pudo responder con ahogados sonidos.

—No sé si estoy capacitada para desconfiar de Matthew —confieso de repente, consciente de que mi micrófono no está apto para que alguien más escuche.

Youngjae me dedica una mirada por el espejo retrovisor.

—No tengo motivos —añado—. No tiene lógica.

—¿Y que sea yo el traidor sí la tiene? —pronuncia Jaebeom, y automáticamente me siento culpable. Pero, ¿qué espera que diga?

Me mantengo en silencio, encontrándome con las pupilas de sus ojos que me enseñan que también le ha dolido la desconfianza de mi parte. Lo cual me sorprende.

—Si hubo algo que te hizo desconfiar de mí, aunque sea la mínima cosa, tienes que darte cuenta que Matthew también tiene sus cosas —asegura.

—No te enojes con Jinyoung entonces —pido en un hilo de voz.

Recibiendo mis palabras con la guardia baja, su mirada se relaja, entendiendo que, en esta situación, absolutamente todos somos sospechosos, aunque no nos guste.

—No espero que lo entiendas —explica con más paciencia de la que imaginaba—, pero Jinyoung y yo hemos iniciado esto juntos, no creo que me haya merecido la golpiza.

—Creo que todos tenemos un inicio en esa historia demasiado fuerte como para ser juzgados al respecto, lo suficiente como para creer que somos incapaces de traicionarnos, pero hay alguien que lo está haciendo.

—Lo entiendo, pero no deja de ser doloroso.

—¿Y piensas que no es doloroso desconfiar de quien piensas que es tu hermano? —suelto, él no responde— No lo sabes, pero Jinyoung soltó una gran carcajada cuando le dije que sospechaba de ti. Él no estaba dispuesto a creerlo.

—¿Entonces fuiste tú quien le metió la idea en la cabeza? —sentencia con una bronca que intenta disimular.

Nunca creí que tendría una pequeña discusión con Jaebeom, y mucho menos, pensar que me lastimaría, no por Jinyoung, sino porque no quiero pasar por este momento con él. No quiero que me odie.

Las reglas de un corazón roto. #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora