28• Hasta encontrar el fin.

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¡Hola, Paige! ¿Cómo estás? Estuve...

Es todo lo que se me permite leer antes de abrir el mensaje. Mi mandíbula se tensa y levanto la vista encontrándome otra vez con la atención de los muchachos, que poco a poco vuelven a sus asuntos, siendo Jinyoung el primero.

—Entonces... —estira, retomando la conversación.

—¿Todo bien? —me pregunta Oliver, frunciendo el ceño.

—Todo bien —suelto en un hilo de voz, esforzándome por no delatarme.

Pero no lo convenzo, así que se pone de pie para acercarse a mí.

—Estás pálida.

Y Jinyoung vuelve a mirarme.

Inconscientemente doy un paso hacia atrás, no quiero que se me acerque. Aquel movimiento lo provoca a preocuparse más, pero, ¡por dios! Déjame tranquila.

—Estoy bien, Oliver —respondo tajante—. Solo vine para unirme a su charla, hay que planearlo todo, ¿no?

El chico me observa con cautela, no me cree y yo por primera vez estoy odiando que me conozca tan bien, sé que ahora estará pensando que quizá no es algo que pueda decirle frente al resto entonces intentará venir a mí más tarde. Pero, de repente estoy aterrada de pasar un solo momento a solas con él, no quiero decirle ni una palabra más por las dudas de estar brindándole información.

—Ven, Paige, únetenos —acota Matt.

Yo asiento, uno mis labios antes de curvar mis comisuras hacia arriba en una sonrisa forzada, pero antes, me urge leer el mensaje de Cian.

—Sí, enseguida, iré al baño un segundo, espérenme.

Habiendo dicho esto, corro al primer cuarto, cerrando la puerta detrás de mí, tomándome un momento antes de observar la pantalla del móvil, dándome cuenta de cuán nerviosa estoy y mi cuerpo me lo está haciendo saber agitando mi respiración.

De acuerdo, abre el maldito mensaje.

¡Hola, Paige! ¿Cómo estás? Estuve intentando comunicarme contigo hace algunos días, pero tu teléfono me dio apagado y últimamente no tengo mucho tiempo para distracciones. Lo siento, soy una amiga terrible, ¿cómo está todo?

Leo y releo el texto unas cuántas veces, buscando por alguna señal entre líneas que me guíe a pensar que puede ser algo alterado, o que no sea ella quien me está hablando. No logro calmarme a mí misma, pero debo continuar. Está activa, este es el mejor momento para conversar.

Sí, es que lo perdí, yo también quise comunicarme contigo pero nunca te encontraba disponible, y como hace tiempo que ya no usas tus redes supuse que era en vano, además estoy muy distraída. Yo también lo siento. ¿Qué estás haciendo?

Qué bonita mentira, pero no puedo decirle ni una sola palabra de verdad.

—Comencé a trabajar de medio tiempo como ayudante de cocina —responde—. Comencé también algunos cursos, como marketing y administración, como para adentrarme un poco en esos terrenos. Las cosas han cambiado mucho, hay cosas que ya no sé si valen la pena.

—¿Cómo qué? ¿De qué estás hablando?

—De ir a Nueva York —dice, yo no sé qué contestar, ella se toma un momento antes de volver a escribir—. Sé que al principio no descarté la idea de mi cabeza, pero cuanto más pienso en ella, menos lo quiero. Volver a viajar sola ya no es parte de mis planes, y nadie de mi familia merece tampoco dejar su vida para acompañarme a probar suerte en otro país.

Las reglas de un corazón roto. #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora