Poco después de las dos llegaron a la rectoría dos detectives del Departamento de Policía de Kansas City, María Rodrigues y Francés McCann. Mientras duró el interrogatorio, Harry, atento y silencioso, no se movió del lado de ____. Dejó que las dos detectives llevaran la voz cantante y no interfirió en las preguntas ni opinó o sugirió nada sin que le preguntaran. Cuando se levantó para salir de la habitación, ____ tuvo que esforzarse en no agarrarlo para que se quedara allí. Quería que estuviera cerca, aunque sólo fuera para apoyarla moralmente, pero Harry había recibido una llamada telefónica de un hombre llamado George Walker, un especialista en comportamiento criminal asignado al caso.
Tommy se unió a ellos, y los dos primeros minutos con él fueron muy previsibles. Al igual que la mayoría de las mujeres que conocían por primera vez a su hermano, las detectives parecieron quedar cautivadas y con ciertas dificultades para dejar de mirarlo.
—¿Es usted un sacerdote hecho y derecho? —le preguntó la detective McCann—. Quiero decir que si ha sido ordenado y todas esas cosas.
Ignorante por completo de las palpitaciones que solía causar en la mayoría de las mujeres, Tommy le dedicó una de sus radiantes sonrisas y respondió
—Hecho y derecho.
—Tal vez deberíamos ceñirnos a la investigación —sugirió Rodrigues a su compañera.
McCann abrió su libreta con gran revuelo de hojas y miró a ____.
—¿Le ha dicho su hermano cómo conseguimos la cinta? —Sin esperar a que le contestara, prosiguió—: El muy hijo de puta entró en la comisaría como tal cosa en algún momento de la noche, dejó su pequeño paquete y se largó con la misma pachorra con que llegó. Fue el momento perfecto gracias al cristo que había allí montado. Acababan de realizarse dos grandes redadas antidrogas, y durante casi una hora los camellos no dejaron de arrastrar sus culos limpios de drogas por allí dentro. El policía de guardia dice que no vio el paquete hasta que las cosas se calmaron. En cualquier caso, pensamos que debía de ir vestido de azul, como un patrullero, o que simuló ser un abogado que iba a pagar la fianza de su cliente. Nadie recuerda haber visto a alguien con un sobre manila —añadió—. Es donde estaba la cinta y, para ser sinceros, dudo que con aquel ajetreo alguien se hubiera percatado del sobre si el hijo de puta no hubiera llamado.
—Llamó al 911 desde una cabina de la City Center Square —terció Rodrigues—. No está lejos de aquí.
—El tipo los tiene bien puestos, hay que reconocerlo —recalcó McCann. Luego, se puso colorada y soltó—: Perdón por el vocabulario, padre. Llevo demasiado tiempo con Rodrigues.
—Entonces, ¿qué es lo que nos puede contar? —preguntó Rodrigues a ____.
La interpelada levantó las manos en un gesto de impotencia. No tenía la más ligera idea de cómo ayudarlas; ni siquiera se le había ocurrido una teoría plausible de por qué había sido escogida como blanco.
Las detectives no tenían ninguna pista todavía, aunque no era porque no lo hubieran intentado. Ya habían indagado por el vecindario en busca de testigos que pudieran haber detectado en las cercanías la presencia de un extraño o de algún coche el sábado anterior por la tarde. Nadie había visto ni oído nada fuera de lo normal, lo cual no había sorprendido a las detectives.
—La gente de por aquí desconfía de la policía —explicó Rodrigues—. Esperamos que si alguien vio algo extraño se lo confíe a monseñor, o incluso aquí al padre Tom. Los feligreses confían en sus curas.
Ni Rodrigues ni McCann eran optimistas en cuanto a la posibilidad de atrapar pronto al sudes. Tendrían que esperar y ver qué sucedía. Tal vez la carta que, según le había dicho el hombre a Tommy, iba a mandar arrojase alguna luz. Pero también pudiera ser que no.