El padre de Michelle regresó de la abadía a las seis menos cuarto para informar de que el andamio había sido retirado y que la alfombra roja cubría ya la nave central. La florista y su ayudante trabajaban a marchas forzadas para atar los ramilletes en los extremos de los bancos. «Por los pelos», le dijo a su esposa, pero estaba seguro de que la iglesia estaría a punto cuando empezara a sonar la marcha nupcial.
La madre de Michelle —un sueño en su vestido de seda azul—, siguió preocupándose, aunque la novia se estaba tomando los pequeños incidentes de última hora con gran tranquilidad. Sentada en la cama, con la espalda apoyada en el cabezal, observaba el vestido de ____ mientras ponía a su amiga al corriente de los últimos cotilleos que había oído.
—Ya han dictado una orden o lo que sea contra Lonnie. Lo van a acusar de estragos y espero que lo encierren para el resto de su vida. Durante los dos últimos años se ha librado de unas cuantas. Merece pudrirse en la cárcel. —Hizo una pausa para beber un sorbo de limonada—. Y todos seguimos sin salir de nuestro asombro con Steve. No te recojas el pelo, ____, déjatelo suelto.
—Muy bien —aceptó ____. Cogió el vestido de seda de color melocotón que había colgado de la silla y se lo puso. Mientras se subía la cremallera y se ajustaba el corpiño le dio la espalda a Michelle. Luego, se volvió haciendo que la amplia falda flotara sobre los tobillos.
—¿Qué te parece? ¿Es adecuado o no? Podría ponerme el azul de Versace, pero me pareció que éste combinaría mejor con el rosa oscuro de los vestidos de las demás damas de honor.
La señora Brockman entró en el dormitorio para intentar meter prisa una vez más a su hija. Cuando vio a ____, se paró en seco.
Tanto madre como hija parecían haber enmudecido, y ____ se sintió segura de sí misma ante el examen riguroso de ambas mujeres.
—Di algo, Michelle —exigió—. ¿Te gusta o no el vestido?
—Parece una princesa de cuento de hadas —susurró Michelle—. ¿Verdad, madre?
—Vaya que sí —asintió—. Querida, estás bellísima.
Michelle, no sin torpeza, se levantó todo lo deprisa que pudo de la cama agarrándose al poste para ponerse de pie. Su madre advirtió la mueca que hizo
—¿Sigue molestándote el nuevo aparato ortopédico?
—Un poco —admitió Michelle. Tenía la mirada clavada en ____—. Si al menos tuviera un aspecto tan... Date la vuelta y mírate en el espejo. Madre, _____ no tiene ni idea de lo hermosa que es; no se ve como la ve el resto del mundo. Debería obligarla a ponerse un saco de arpillera en la cabeza; en la iglesia, todos la van a mirar a ella.
—Qué va, estarán pendientes de la preciosa novia —dijo ____ riéndose—. Bueno, en cuanto te quites esos ridículos rulos gigantes de la cabeza y te vistas, estarás preciosa. ¿O es que tienes previsto ir hasta el altar con esa bata vieja?
—Sí, eso es, ____, métele prisa. A mí no me hará caso, y va a llegar tarde a su propia boda —dijo la señora Brockman mientras rodeaba a Michelle y le propinaba un codazo cariñoso—. Soy demasiado mayor para tanta tensión —añadió—. Ya era vieja cuando tuve a Michelle —les recordó.
Michelle sonrió con aire burlón.
—Sí, madre. Fui tu proyecto de cambio de vida y te la cambié.
Su madre sonrió.
—Has sido una bendición. Ahora, vístete, o voy a hacer que venga tu padre.
Michelle se ajustó el cinturón de la bata y empezó a quitarse los rulos del pelo.
—____, se te ve el sujetador —dijo—. Justo por debajo de las cintas.