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____ oyó que Harry bajaba las escaleras, y, cuando terminó de despedirse de Michelle y colgó el teléfono, le vio apoyado contra la jamba de la puerta, observándola. Tenía el pelo alborotado en la frente y de nuevo le impresionó lo sexy que era. Tal vez tuviera razón Michelle; quizá debiera pensar en volver a ponerse algo de color en las mejillas.

¿Qué tal sería en la cama? Dios mío, no se podía creer que estuviera permitiéndose tales pensamientos. Sin pérdida de tiempo, apartó aquellas fantasías de su mente. No era una adolescente sumida en una rebelión hormonal, sino una mujer adulta, y no había nada malo en mantenerse célibe hasta que apareciera el hombre adecuado, ¿verdad? Harry no satisfacía sus exigencias. No, no era el hombre adecuado.

—Perdona, he estado mucho tiempo colgada del teléfono.

—No pasa nada. Joe dice que tienes un montón de mensajes en el contestador. Continúa y escúchalos.

Harry subió la bolsa de ____ mientras ésta escuchaba la cinta. Sólo había un mensaje inquietante, el de Margaret Stamp, la propietaria de la panadería local. Llamaba a ____ para decirle que Steve Brenner le había aumentado la oferta por su tienda un veinte por ciento, y que le había concedido una semana para pensarlo. Acababa el mensaje con una pregunta. ¿Sabía ____ que Steve no iba a pagar un céntimo a los que ya le habían vendido hasta que no hubieran firmado todas las tiendas?

Se oyó un trueno a lo lejos. ____ se dejó caer contra el respaldo de la silla, concentrándose en el zumbido de la cinta al rebobinarse. Su determinación había sufrido otro embate, aunque sabía que tendría que hacer acopio del energía para enfrentarse a esta última crisis. Pobre Margaret. ____ sabía que no quería vender, pero en los últimos tiempos la panadería no iba bien, y el dinero que le ofrecía Steve bastaría para garantizarle una cómoda jubilación. En conciencia, ¿cómo podía decirle a Margaret que se abstuviera de firmar, cuando había un riesgo cierto de que lo perdiera todo?

Dio un brinco cuando Harry le tocó el hombro.

—____, me gustaría presentarte a Joe Farley. Va a quedarse con nosotros.

El agente se adelantó para estrecharle la mano.

—Encantado de conocerla, señora.

Los pensamientos de ____ cambiaron de registro: por el momento, tendría que aparcar la lucha por salvar la plaza del pueblo.

—Por favor, llámame ____.

—Por supuesto —contestó—. Y tú llámame Joe.

Joe era un hombre fornido de abundante cabellera roja y una cara redonda que se le iluminaba cuando sonreía. Tenía una de las paletas ligeramente torcida, lo cual, en cierta manera, lo humanizaba. Aunque también iba armado, no parecía tan impresionante ni tan inflexible como el señor Wesson.

—¿Sueles trabajar con Harry?

—He trabajado con él alguna vez —respondió—. Por lo general, me paso el día en el despacho, así que esto es un cambio notable para mí. Espero que no te importe, pero Feinberg y yo hemos hecho un par de cambios en tu sistema de alarma. Nada complicado, pero funcionará.

____ miró a Harry.

—No tengo ningún sistema de alarma.

—Ahora, sí.

Joe le explicó.

—Hemos cableado todas las ventanas y las puertas para que cuando entre alguien lo sepamos. Parpadeará una luz roja, pero no hará ningún ruido —garantizó—. No deseamos asustar al sudes; queremos atraerlo al interior y echarle el guante. Espero que no sepa que está poniendo en marcha el tinglado. Por supuesto, cualquier extraño que se acerque a la casa será marcado por los agentes de fuera.

Rompere tu ❤ (01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora