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De pie entre la multitud, observaba, mientras el éxtasis crecía en su interior hasta el paroxismo. ____, su dulce ____. Lo tenía fascinado. Tan encantadora, tan inalcanzable. Por el momento.

«Pronto, mi amor, pronto serás mía.»

Con el rabillo del ojo vio a la mula que se acercaba a ella. Sonrió. Había chasqueado los dedos y habían acudido. En ese momento, él era la araña, y ellos estaban atrapados en su red.

No podía apartar la vista de la mula. Le observó cruzar el césped y atraer a ____ entre sus brazos. Todo era un juego. Ah, sí, sabía lo que estaban haciendo. Intentaban alterarlo, como si fuera un simplón.

Aun así era incapaz de marcharse. Estaban bailando y no le gustaba la manera en que la mula la estaba agarrando. Demasiado cerca... demasiado íntimo. Entonces, Harry la besó. Sintió tal arrebato de ira explotar en su interior que se le doblaron las rodillas y tuvo que sentarse. Era un juego, un juego. Estaban jugando con él, martirizándolo. Sí, sabía lo que estaban haciendo... y» sin embargo, estaba furioso.

¡Cómo osaban atormentarlo!

Las sorpresas no se acabaron ahí. Los estaba mirando de hito en hito sin disimulo, estudiándolos, y vio la manera en que ____ miraba a la mula. Pegó un respingo contra el banco. Lo amaba. Tan claro como el agua para alguien tan inteligente y astuto como él. ____ no podía ocultarlo, al menos a él. La chica de ojos verdes se había enamorado de una mula. Jesús, Jesús, ¿qué iba a hacer al respecto?

Le estaba fastidiando la diversión. Cuando se había anunciado la última canción, y que iba dedicada a ____, se había sentido embargado por la euforia y el vértigo. La alegría y la ira casi habían sido insoportables. Y mientras permanecía allí parado, a la vista de todos, y observaba a su presa en la pista de baile, sonriendo y riendo y comportándose como si estuviera pasándoselo bomba, supo que las mulas debían de haberse precipitado entre la muchedumbre, buscándolo. Idiotas. No sabían qué aspecto tenía, ni quién era, así que ¿cómo esperaban encontrarlo? ¿Es que creían que iba a sacar una pistola y señalarse a sí mismo? Sólo pensarlo le hizo reír. Impagable. La estupidez de las mulas era verdaderamente impagable.

Divisó al bueno del padre Tom, que corría hacia su hermana con otro sacerdote a su lado. Había una hermosa mirada de terror en los ojos de Tom. La saboreó y suspiró de placer. Bueno, ¿qué carajo pensaban aquellos tontos sacerdotes que iban a poder hacer? ¿Suplicarle para que abandonara?

«La venganza es mía», dijo el Señor. ¿Pensaba en ese momento en la venganza el padre Tom? La posibilidad le hizo gracia. Quizá, la próxima vez que fuera a confesarse, se lo preguntaría. Un sacerdote debería comprender. Era su trabajo, ¿no? Comprender y perdonar. Tal vez la comprensión llegara con la muerte. Reflexionó sobre aquella posibilidad filosófica y se encogió de hombros. ¿Qué le importaba a él si Tommy comprendía o no?

Vaya, vaya, no se lo había pasado tan bien desde hacía mucho, mucho tiempo. Y la cosa sólo iba a mejorar... siempre y cuando refrenara la ira, la controlara, aplacara a la bestia con promesas de la confusión que se avecinaba. ¿Cómo se atrevían a pensar que lo podían engañar? Mulas ignorantes... todas.

Sin embargo, la ocasión requería prudencia. Aguardar el momento oportuno, ésa era la receta. Por descontado que las mulas no le daban miedo, ni siquiera le preocupaban. Había sido él quien había invitado a los chicos del FBI a Holy Oaks, ¿o acaso no había sido él? Pero quería ser un anfitrión obsequioso, una verdadera Martha Stewart, por decirlo de alguna manera, y por lo tanto necesitaba saber el número exacto de invitados a los que agasajaría. Tendría que haber suficientes aperitivos para todos. ¿Había traído suficiente C-4? Reflexionó sobre el tema un minuto y sonrió. Vaya, sí, de hecho sí, había traído suficiente.
Rompecorazones siempre estaba preparado.

Su objetivo era eliminar a todas las mulas que pudiera, siempre y cuando eso no interfiriera en su objetivo primordial. El objetivo. Alcanzar el objetivo y de paso tener un poco de diversión a la antigua usanza, mientras demostraba al mundo que era El Ser Supremo. Ninguno de los chicos del FBI estaba a su altura y, pronto, muy pronto, cuando fuera demasiado tarde y no pudieran correr a esconderse, se darían cuenta de que así era.

Se ocuparía de su labor inconclusa y, al mismo tiempo, dejaría que el mundo se burlara de ellos en la televisión nacional. Hora de máxima audiencia. BOOM. La película de las once. Sí, señor.

Rompere tu ❤ (01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora