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Quince minutos después de la llamada de Noah, Harry conducía de vuelta a la rectoría.

—La transmisión patina —comentó cuando empezaron a subir por Southwest Trafficway—. Me di cuenta anoche, pero esperaba estar equivocado.

—Supongo que tendré que hacer que la vuelvan a mirar.

Era otro día húmedo y caluroso. El aire acondicionado no refrigeraba nada bien, así que ____ bajó la ventanilla.

—Creo que también deberías hacer que miren el compresor —le dijo—.Tiene ciento cuarenta y cuatro mil kilómetros, ____. Ya es hora de que la cambies.

—¿Que la cambie? —repitió con una sonrisa—. Es un coche, Harry, no una mujer.

—A los hombres les gusta establecer lazos afectivos con sus máquinas —explicó—. Los hombres buenos las miman.

—¿Ése es otro de los secretos que compartís los chicos?

—Chicos, no —la corrigió—. Hombres. Hombres viriles.

____ rió.

—¿El doctor Morganstern se ha dado cuenta de que tiene un chiflado trabajando para él?

—¿Qué te hace pensar que él no es un chiflado?

—¿Lo es? —Se puso seria al añadir—: Imagino que ha oído y visto cosas terribles, ¿no?

—Sí, así es.

—Y tú también.

—Sí, bueno, va con el trabajo.

—Tommy está preocupado por ti.

Acababan de empezar a subir otra empinada cuesta, y Harry estaba atento al chirrido que hacía la transmisión a cada cambio de marcha. Estremeciéndose por el ruido espantoso, se prometió echarle un vistazo a la mecánica del coche antes de que ____ volviera a cogerlo. Había sido muy afortunada por no haberse quedado tirada en la carretera.

Harry la miró por encima de las gafas de sol.

—Tommy quiere que me case y siente la cabeza —dijo—. Piensa que una familia normalizará mi vida. Aunque tal cosa no va a suceder. El matrimonio y el tener hijos no son compatibles con el trabajo que realizo... Definitivamente imposible.

—¿No quieres tener hijos?

—Claro que sí —contestó—. Pero sé que les arruinaría la vida. Si tuviera alguno, no lo dejaría ni a sol ni a sombra. Sí, lo echaría a perder.

—Porque temes que pudiera ocurrirles algo... porque has visto...

La interrumpió.

—Algo así. ¿Y tú? ¿Quieres casarte y tener hijos?

—Sí, claro que quiero... algún día. Pero no quiero sólo un hijo; quiero un puñado de ellos, y me trae sin cuidado que se estile o no.

—¿Y cuánto es para ti un puñado?

—Cuatro, cinco, o tal vez incluso seis. ¿Tiene hijos el doctor Morganstern?

—No, él y Katie no pudieron, pero tienen montones de sobrinos y sobrinas, y siempre hay alguien acampando en el jardín de su casa.

____ lo observó durante un instante.

—¿Por qué miras continuamente por el retrovisor?

—Soy un conductor prudente.

—Te estás asegurando que no nos siguen, ¿verdad?

—Eso también —admitió.

—¿Dónde está tu pistola?

Rompere tu ❤ (01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora