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Alguien había matado a Daddy, y Bessie Jean Vanderman estaba dispuesta a descubrir al culpable. Todos decían que había sido la edad y no el veneno que le habían dado, pero Bessie Jean sabía la verdad. Daddy estaba tan bien como se puede estar hasta que se levantó y cayó redondo. Seguro que había sido envenenado, y ella iba a demostrarlo.

De una manera u otra, conseguiría que se hiciera justicia. Descubrir al criminal y hacer que lo detuvieran era una deuda que tenía con Daddy. En algún sitio debía de haber pruebas, tal vez incluso en su propio jardín delantero, donde, en los días soleados, mantenía atado a Daddy para que tomara el fresco. Si había alguna prueba allí, como se llamaba Bessie Jean que la encontraría. La responsabilidad de la investigación recaía sobre ella y sólo sobre ella. Al enterarse de la noticia, Hermana había interrumpido sus vacaciones en Des Moines y había hecho que su primo la llevara a casa. Estaba intentando ayudar, pero no era de mucha utilidad, al menos no con su mala vista y aquel orgullo que le impedía ponerse las bifocales con montura de carey. Bessie Jean se arrepintió en ese momento de haberle dicho alguna vez que tenía los ojos saltones. Estaba segura de que nadie más la iba a ayudar a buscar pruebas de la muerte violenta, porque a nadie más le importaba un rábano, ni siquiera a ese maldito jefe de policía, Lloyd MacGovern. Nunca le había gustado Daddy, sobre todo desde que se le había escapado y le había mordido su gordo culo al jefe. Pero, aun así, uno habría pensado que el jefe Lloyd habría tenido la decencia de pasarse por su casa y darles el pésame por la muerte de Daddy, sobre todo teniendo en cuenta que ella y Hermana estaban a una manzana escasa de la plaza del pueblo, y por tanto, de la comisaría. Debería darle vergüenza, le había dicho Bessie Jean a Hermana. Con independencia de que le gustara Daddy o no, tenía que cumplir con su deber y averiguar quién lo había asesinado.

No todo el mundo en Holy Oaks era insensible, le recordó Hermana. Otros habitantes del valle se estaban mostrando atentos y comprensivos. Sabían lo mucho que Daddy significaba para Bessie Jean. La vecina de al lado, la que tenía tantas ínfulas y aquel extravagante nombre francés, ____, había resultado ser la más amable y sensible de todos. Vaya, ¿qué habrían hecho si, al oír los lamentos de Bessie Jean, no hubiera acudido a todo correr para ayudar? Bessie Jean estaba arrodillada sobre el cadáver del pobre Daddy, y ____, después de ayudarla a levantarse, la había metido en el coche junto con Hermana; luego, había regresado corriendo hasta Daddy y, tras desencadenarlo y levantarlo en brazos, lo había puesto en la camioneta. Para entonces, Daddy ya estaba tan tieso y frío como una piedra, pese a lo cual ____ había conducido a toda velocidad hasta la consulta del doctor Basham, y había llevado a Daddy adentro lo más deprisa posible con la esperanza de que el médico fuera capaz de obrar un milagro.

Puesto que aquel oscuro día no se concedían milagros, el médico había puesto a Daddy en el congelador en espera de hacer la autopsia en la que insistía Bessie Jean. Luego, ____ las había llevado a la consulta del doctor Sweeney para que les tomara la tensión, puesto que Bessie seguía terriblemente consternada y Hermana se sentía mareada.

Después de todo, resultó que ____ no tenía tantas ínfulas. A lo largo de sus ochenta y dos años, Bessie Jean no se había caracterizado jamás por ser de los que cambian de idea, pero en esta ocasión eso fue exactamente lo que hizo. En cuanto se le pasaron la impresión e histeria iniciales por la pérdida de Daddy, se dio cuenta del buen corazón de ____. Seguía siendo una forastera, por supuesto. Había llegado a Holy Oaks procedente de aquella ciudad de pecado y libertinaje que era Chicago, pero no pasaba nada. La ciudad no la había contaminado y seguía siendo una buena chica. Las monjas de aquel internado de campanillas de Suiza le habían inculcado unos sólidos valores. Bessie Jean, tan rígida e inflexible en sus cosas como le gustaba creer que era, decidió que podía soportar tener a uno o dos forasteros como amigos. Seguro que podía.

Hermana le sugirió que suspendieran el luto por la muerte de Daddy el tiempo suficiente para hacerle a ____ una tarta de manzana —era lo que exigían las normas de buena vecindad—, pero Bessie Jean la reprendió por tener tan poca memoria y olvidar que las gemelas Winston se habían quedado al cuidado de la tienda de ____ mientras ésta iba a Kansas City. Les había dicho que quería sorprender a su hermano, aquel apuesto sacerdote con una mata de pelo preciosa por quien no paraban de babear las jovencitas universitarias de Holy Oaks. Tendrían que esperar al lunes para hacer la tarta, puesto que aquél era el día en que ____ tenía previsto regresar a casa.

Las dos hermanas decidieron que ____ ya no era una intrusa y, en consecuencia, sintieron que era asunto suyo meterse en la vida de la joven siempre que pudieran y preocuparse por ella, igual que si se hubieran casado y tuvieran hijas. Bessie Jean esperaba que ____ se acordara de cerrar las puertas del coche. Era joven y, a su juicio, eso equivalía a ingenua, mientras que ellas dos eran más viejas y más prudentes y estaban bien al tanto de las lamentables costumbres del mundo. De acuerdo, jamás ninguna de las dos se había alejado de Holy Oaks más allá de Des Moines, adonde iban a visitar a sus primos, Ida y James Perkins, pero eso no significaba que no supieran todas las cosas horribles que sucedían en esos tiempos. No eran unas ignorantes. Leían los periódicos y sabían que allí fuera había asesinos en serie que esperaban en las áreas de servicio para hacer presa de las jovencitas bonitas que fueran lo bastante imprudentes como para detenerse o a quienes una desventurada avería en el coche ponía en peligro. Con lo preciosa que era ____, seguro que atraería la atención de cualquier hombre. Vaya, bastaba con observar a todos esos chicos del instituto que merodeaban por los alrededores de la tienda, incluso antes de que abriera, con la esperanza de que ____ saliera a charlar con ellos. Sin embargo, le recordó Bessie Jean a Hermana, ____ era tan lista como bonita.

Tras decidir no volver a inquietarse por ____, Bessie Jean se sentó a la mesa del salón y abrió el estuche de correspondencia que madre le había regalado cuando era joven. Sacó una hoja rosa con olor a rosas que tenía grabadas sus iniciales y alargó la mano para coger la pluma. Ya que el jefe Lloyd no iba a hacer nada respecto a la muerte de Daddy, Bessie Jean iba a ocuparse del asunto. Ya había escrito al FBI pidiendo que enviaran a un hombre a Holy Oaks para investigar, pero la carta debía de haberse perdido en el servicio de correos, porque ocho días después todavía no había recibido contestación. Escribiría de nuevo: esta vez iba a dirigir la petición al mismísimo director y, por caro que le saliera, se gastaría algún dinero de más en enviarla por correo certificado para que no se perdiera.

Hermana estaba ocupada limpiando la casa; al fin y al cabo esperaban visitas: cualquier día de esos, el FBI llamaría a la puerta.

Rompere tu ❤ (01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora