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Donald Stark, conocido por los habitantes de Holy Oaks como el educado y amable granjero Justin Brady, estaba agachado por debajo de la verja de la galería del coro mientras esperaba su oportunidad sin dejar de vigilar. Ah, la de cosas que había planeado para aquel día. Por fin tenía la celebración al alcance de la mano; iba a ser su momento de gloria y el día del juicio final de Harry Styles.

Aunque, en ese momento, su buen humor estaba siendo puesto a prueba por Harry. De hecho, la mula estaba haciendo que Stark se pusiera bastante frenético al intentar arruinar todos sus maravillosos planes, haciéndole perder el tiempo en preocupaciones.

Se levantó lentamente una vez más sobre el muro y estudió a la multitud que se congregaba abajo. Sentía crecer la ira en su interior y se esforzó en contenerla. Todo a su debido tiempo, se prometió. Y volvió a mirar. ¿Dónde se había metido la mula? Después de buscar entre la gente por tercera vez, concluyó que no estaba en la iglesia. ¿Adónde, oh, adonde se había ido? Y, de repente, se le ocurrió que quizá la mula estaba esperando al fondo, debajo de la galería.

Tenía que asegurarse. Decidió que correría el riesgo y bajaría a hurtadillas para comprobarlo por sí mismo. Tenía que estar en lo cierto. Sí, sí, sí. Era imprescindible que la mula asistiera a la celebración. Después de todo, era el invitado de honor.

Sin levantar la cabeza en ningún momento, Stark retrocedió gateando hasta el banco donde había puesto la llave de la verja de hierro. Cuando estaba alargando la mano para cogerla, oyó un chirriar de neumáticos. Encaramándose como pudo a la ventana, atisbo fuera en el momento en que el Explorer verde de la mula se acercaba por el camino como un bólido.

Stark sonrió. «Los que esperan siempre obtienen su recompensa.» Suspiró. Todo volvía a ajustarse al programa. De un momento a otro, el invitado de honor entraría en la iglesia tan tranquilo.

Cogió el rifle, ajustó la mira telescópica y ocupó su sitio, encorvándose de rodillas al lado del trípode. La cámara de vídeo estaba enfocando el altar; alargó la mano y pulsó el botón para que empezara a grabar. La sincronización lo era todo, por supuesto. ¿Qué había de bueno en matar al padre Tom y a ____ si la mula no estaba allí para verlo? Nada en absoluto, razonó. También estaba decidido a grabar los dos asesinatos. ¿Cómo podría presumir de que había vencido al FBI si no tenía las pruebas para demostrarlo? Sabía que era más listo que todas las mulas juntas, y pronto, pero que muy pronto, el mundo también lo sabría. La cinta sería una burla para ellos, demostraría su incompetencia, los humillaría de la misma manera que Harry lo había humillado a él.

«Te metiste con el hombre equivocado», musitó con la voz temblándole por el odio. Ahuecó los dedos alrededor del liso cargador y con cada caricia pudo sentir que la fuerza se intensificaba.

Esperó a que el niño bonito del cura terminara la ceremonia nupcial, subiera los escalones y volviera a situarse detrás del altar para iniciar la misa. Stark había hecho sus deberes. Sabía dónde se sentaría cada uno de los que integraban la comitiva nupcial. Había estado fingiendo que trabajaba en la galería durante el ensayo, y sabía que la novia y el novio, el padrino y la dama de honor iban a seguir al sacerdote hasta el altar y se sentarían en unas sillas que, al igual que las de la realeza, estaban situadas ligeramente detrás del altar y a la derecha, contra el muro norte. Tanto el hermano como la hermana estarían en el centro de la lente de la cámara.

Iba a ser perfecto. Primero lo mataría a él, a Tommy; un disparo en mitad de la frente que quedaría absolutamente maravilloso en la película. Y mientras Harry aún no se hubiera recuperado de la impresión —no se recuperaría, después de presenciar la muerte de su mejor amigo—, Stark giraría el rifle a la derecha y mataría a ____. La cámara captaría la reacción ante la muerte de su hermano. Se imaginó la mirada de horror en los ojos de ____ durante el escaso segundo antes de matarla, y volvió a sonreír. Iba a ser delicioso. Bang, bang, gracias, señora. Habría matado al hermano y a la hermana antes de que la gente tuviera tiempo de reaccionar. Contaba con que los invitados fueran presas del pánico y salieran en desbandada hacia la puerta como si fueran vacas. Necesitaba aquel pandemónium para ganar tiempo y poder bajar por la trampilla que había abierto en el suelo, detrás del órgano. Aterrizaría en el armario empotrado del vestíbulo, saldría por la ventana delantera y se mezclaría con todos los hombres y mujeres histéricos. Tal vez incluso decidiera divertirse un poco más y pegara también algunos gritos.

Rompere tu ❤ (01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora