A la mañana siguiente a ____ le costaba mirar a Harry a los ojos. La noche anterior, Harry se había apartado bruscamente de ella en cuanto se apagaron las luces para ir al pasillo a desmontar la cámara. En ese momento, ____ había dado gracias por la oscuridad, consciente de su aturdimiento y desorientación. Le había costado conseguir mover las piernas. Hubiera querido esconderse en el baño hasta recuperarse, pero no cabía ni plantearlo. En cambio, se dejó caer de espaldas en la cama y allí se quedó hasta que se le acompasó el pulso y pudo respirar sin dificultad.
Harry y Joe entraron en el cuarto a oscuras y le dijeron que descansara un poco; permanecerían despiertos por turnos. No sabía si Harry había dormido o si ni siquiera había descansado. Lo único que recordaba era el agotamiento que la abrumaba.
Se despertó al rayar el alba y se puso la ropa de deporte: un ceñido top a rayas azules y blancas que le dejaba al aire el ombligo, pantalones cortos azules, calcetines y sus cómodas aunque ajadas Reebok blancas. Después de recogerse el pelo en una cola de caballo, salió del dormitorio para empezar los estiramientos.
Harry llegó al dormitorio cuando salía del baño. Echó un vistazo al conjunto de ____ y el corazón le dio un vuelco. No había una sola curva del cuerpo de la chica que quedara disimulada.
—Jesús, ____, ¿tu hermano sabe que te pones cosas así?
____ empezó a hacer sus torsiones de cintura y le contestó sin mirarlo
—No voy a la iglesia; voy a correr.
—Tal vez debieras ponerte una camiseta grande por encima...
—¿Por encima de qué?
—Del pecho.
La camiseta no le iba a cubrir aquellas increíbles piernas largas. Le estaba costando dejar de mirarlas.
—Y unos pantalones largos —masculló—. Es un pueblo pequeño; los vas a escandalizar.
—No, no creo —le aseguró—. Están acostumbrados a verme correr.
No le gustaba ni un pelo, pero ¿quién era él para quejarse? Si quería vestirse como una... atleta. Bueno, carajo, ¿qué le pasaba? No era cosa suya decirle lo que tenía que ponerse. Aun cuando fueran parientes —que no lo eran, como se apresuró a recordarse— seguiría sin tener derecho a decirle cómo vestirse.
Harry ya se había puesto su ropa de deporte, una camiseta azul marino descolorida, pantalones cortos de gimnasia y unas zapatillas de correr que en algún momento habían sido blancas. Mientras ____ hacía los estiramientos de piernas, Harry metió la pistola en la funda de la cintura y se estiró la camiseta hasta cubrirla. A continuación, cogió un pequeño auricular y se lo introdujo en la oreja derecha. Moviéndose delante del espejo del tocador de ____, ajustó un disco circular en el elástico del cuello, justo encima de la clavícula.
Mientras se volvía a atar un cordón que se había soltado, ____ le preguntó:
—¿Para qué es esa pinza?
—Es un micrófono —contestó—. Así que hoy, nada de decir cochinadas. Wesson oirá todo lo que diga, y, sólo para que conste, Jules, sigo pensando que es una idea estúpida.
La voz del auricular le contestó.
—Queda debidamente anotado, agente Styles, y para usted es señor, no Jules.
Harry masculló la palabra «zopenco» para sí y se volvió hacia ____.
—¿Lista?
—Sí —contestó, y por primera vez desde que Harry entrara en el dormitorio, lo miró a los ojos.
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