Le encantó dormir con él, arropada en la seguridad de sus brazos, con las piernas atrapadas bajo uno de los muslos de Harry. Se despertó antes que él, pero se sentía demasiado feliz para moverse. Se le veía tan apacible... No quiso perturbar su descanso, así que se quedó absolutamente inmóvil mientras contemplaba su rostro con el ojo crítico de una artista. Tenía el más maravilloso de los perfiles. La cincelada línea de la mandíbula, la nariz recta, la boca perfectamente esculpida. Quiso pintarlo, capturar la fuerza que había visto en sus ojos y se preguntó si sabía lo guapo que era o si le importaba. Era un hombre práctico; no tenía tiempo para semejantes pensamientos ni vanidades.
Deseaba despertarlo y que le hiciera el amor, pero sabía que tal cosa no ocurriría. Durante la noche, la había buscado una y otra vez, pero ahora ya era de día y todo era diferente. Le había pedido una noche, y el precio, lo sabía, había sido elevado. No podía pedirle nada más y no se lo pediría.
¿Cómo se las iba a arreglar para volver a dejar las cosas en su sitio? Era una mujer fuerte, podía hacer cualquier cosa que se propusiera y era una maestra en esconder los sentimientos. Podía fingir que había sido una gloriosa noche de esparcimiento sexual, sólo eso, una sencilla manera de liberar las frustraciones y tensiones acumuladas... pero ¿cómo narices se las iba a arreglar para conseguirlo? Ojalá pudiera ser más mundana. Muchas de sus amigas del instituto de Europa y del trabajo de Chicago creían que estaba perfectamente bien llevar a casa a un hombre que acabaran de conocer para pasar la noche y luego si te he visto no me acuerdo. Después de todo, las mujeres tenían necesidades. ¿Qué había de malo en un paréntesis de una noche? Todo, pensó ____. Porque el corazón tenía que estar involucrado. No hubiera podido entregarse a Harry de manera tan absoluta si no hubiera asumido ya la responsabilidad y el reconocimiento de que lo amaba.
Recuerdos... tendría recuerdos de su noche juntos, y eso sería suficiente. Apretó los ojos con fuerza; quería algo más que recuerdos. Quería despertarse junto a Harry todas las mañanas durante el resto de su vida.
Odiaba sentirse tan vulnerable y deseó fervientemente que hubiera una forma de endurecerse. Apartó la sábana, empujó suavemente el muslo de Harry y se levantó.
Nada de lamentos.
Los dos tenían prisa por abandonar el motel. Harry quería salir de la habitación antes de ceder al deseo de agarrarla, tirarla sobre la cama y volver a hacerle el amor. ____ deseaba marcharse lo más rápidamente posible antes de empezar a llorar de nuevo... como la estúpida y pueblerina chica que era.
El silencio entre ellos era tenso y terriblemente incómodo. ____ miraba fijamente por la ventanilla mientras Harry conducía; se preguntó en qué estaría pensando, pero no dijo nada.
Harry se maldecía en silencio por ser tan hijo de puta. ¿Qué clase de hombre era que se aprovechaba de la hermana de su mejor amigo? Un enfermo, un bastardo pervertido; eso es lo que era, seguro, y Tommy jamás lo comprendería.
¿Lamentos? Demonios, sí, claro que se arrepentía, aunque sabía que si se hubieran quedado cinco minutos más en la habitación del motel, le habría vuelto a hacer el amor.
Se detuvieron en un hipermercado de la carretera principal e hicieron una compra rápida en media hora. En una estación de servicio, ____ se cambió mientras Harry sacaba dos Coca-Colas light de una máquina. Cuando salió, llevaba una blusa a cuadros rosas y blancos de siete dólares metida en unos vaqueros azules lavados de quince, pero, en ella, la barata indumentaria parecía de diseño exclusivo. La tela se adhería a las curvas de su cuerpo seductor, y Harry tuvo que apartar la vista para que se le acompasara el pulso. «Escoria —pensó—. Soy peor que la escoria.» Entonces, volvió a mirar y se dio cuenta de que el sol arrancaba destellos cobrizos del pelo de ____. Se acordó de la suave sensación de aquellos rizos cuando había estado apoyada contra él. Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, volvió a maldecirse. Tenía la disciplina de un cerdo.