Justo cuando Lee Kyungsoo empezaba a aceptar sus extraordinarios poderes mágicos como demonio, el Concilio Prodigium se los arrebata. Ahora se encuentra solo, indefenso y a la merced de sus enemigas, las Brannick. O al menos así lo cree Kyungsoo, h...
¿De qué otro modo se explicaba que me hubiese despertado en una cama cómoda, cubierto hasta la barbilla por unas sabanas que olían a limpio? ¿Y qué decir de esa mano que me acariciaba suavemente el pelo? ¿Realmente había una explicación distinta? Si estar muerto significa dormir plácidamente para toda la eternidad, debo reconocer que es algo muy agradable. Me acurruqué debajo de las mantas, y la mano que me acariciaba pasó del pelo a la espalda. Junto a mí canturreaba una voz que me sonaba familiar. Tan familiar, de hecho, que consiguió que me doliera el corazón. Las canciones que cantaban los ángeles del cielo tenían que ser como esa canción, terriblemente dolorosa y… «Trabajaba en un bar de copas cuando te conocí», cantaba la voz. Fruncí el cejo. Era una estrofa muy poco apropiada para una canción interpretada por las huestes celestiales. Entonces lo comprendí todo: —¡Papá! —grité sentándome sobre la cama, lo que fue una pésima idea puesto que casi me estalló la cabeza de dolor. Mi papá se inclinó hacia mí y me ayudó a recostarme nuevamente sobre las almohadas. Aunque su cara reflejaba una honda preocupación, estaba tan guapo que por poco me pongo a llorar. —Esto es real, ¿verdad? —pregunté, echando un vistazo alrededor. Me encontraba en una habitación pequeña y en penumbra que olía a madera de cedro y en la que no había más mobiliario que una cama y una silla de mimbre. Por la ventana entraba la luz dorada y rojiza del atardecer. —¿Estoy soñando o es que estoy sufriendo una alucinación a causa de una conmoción cerebral? —pregunté.
Mi papá me abrazó, puso los labios sobre mi sien y me susurró: —Estoy aquí, cariño. Estoy de verdad aquí, contigo. Me puse a llorar. Entre gemidos, traté de explicar sin demasiado éxito a mi papá todo lo que había sucedido en Thorne. Me costó mucho hacerme entender. Mi papá también lloraba; sus lágrimas me caían sobre el pelo. Me costaba calmarme y frenar mi llanto. —Vale —pude decir al fin—, pues ésa es la historia de mis vacaciones de porquería. Te toca. Papá suspiró y me abrazó con más fuerza. —Oh, Soo —se lamentó mi papá con un hilito de voz—. Ni tan siquiera sé por dónde empezar. —¿Qué tal si me cuentas dónde estamos? —pregunté—. Podría ser un buen comienzo. —En la residencia de Brannick. El recuerdo de lo sucedido volvió a mí: Izzy, la espada y Elodie forzándome a actuar como una marioneta asesina. «¿Elodie? —dije para mis adentros—. ¿Estás todavía ahí?» No hubo respuesta. Por el momento, la única voz que habitaba en mi cabeza era la mía. Y hablando de eso… —¿Quién me dio el golpe en la cabeza? —le pregunté a mi papá. —Finley, la hermana mayor de Izzy. Izzy dice que la atacaste con tus poderes. Creía que los habías perdido. —Y es verdad —admití—. Pero te lo explicaré mejor en otro momento. Así que Finley casi me parte la cabeza. ¿Y qué uso? ¿Un bate de beisbol? ¿Un camión? —Una linterna —contestó papá, apartando delicadamente mis cabellos, para dejar a la vista el chichón del tamaño de una pelota de baloncesto que me había salido en la cabeza.
Guardamos silencio por unos instantes. Mi papá sabía muy bien que rondaba por mi cabeza: ¿cómo era posible que el, que se pasaba la vida huyendo de cualquier cosa que oliera a magia, estuviera disfrutando de sus vacaciones de verano con un montón de cazadores de monstruos? Algo me decía que, fuera cual fuese la respuesta, sería complicada. Y, muy probablemente, desagradable. Por eso —y pese a que me moría de ganas por saber cómo demonios había llegado mi papá allí— me parecía preferible esperar un tiempo prudencial: al menos hasta que desapareciera la sensación de que mi cerebro estaba a punto de salir disparado. —Hacía calor allí afuera —dije. La verdad es que hablar del tiempo siempre es una alternativa para salir del paso. Por lo menos es un tema fácil y poco complicado—. ¿Dónde estamos exactamente? —En Tennessee —respondió mi madre. —Oh, bien, esto justifica que… espera, ¿Tennessee? Me senté en la cama y me quedé mirando a mi papá. —Usé el Itineris para ir desde Inglaterra hasta aquí. Ya sabes, el portal mágico. Papá asintió con la cabeza como queriendo decir que ya sabía de qué estaba hablando. —Cuando me fui de Thorne era de noche y llegué aquí de noche. Por lo que no he podido haber ido tan lejos. Mi papá clavó sus ojos en mí. —Kyungsoo —empezó a decir. Había algo en su voz que hacía que se me helara la sangre—, el incendio en Thorne Abbey fue hace tres semanas. La miré fijamente. —Eso es imposible. Yo estuve allí. Yo estuve allí ayer por la noche. Mi papá sacudió la cabeza.
—Cariño, hace diecisiete días que nos enteramos de lo que había pasado en Thorne. Desde ese día he pensado que… —Su voz se quebró—. Pensé que habías sido capturado o que te habían asesinado. Cuando Finley te trajo aquí ayer por la noche fue como si estuviera presenciando un milagro. Todo me daba vueltas. De modo que habían pasado diecisiete días. Recordaba que había entrado en Itineris. Recordaba la oscuridad y la sensación de aplastamiento. En mi mente, desde entonces hasta el momento en que aparecí tendido de espaldas en el bosque habían pasado sólo unos segundos. ¿Cómo era posible que hubieran transcurrido diecisiete días en el breve espacio de tiempo que ocupan dos latidos del corazón? Se me ocurrió algo: —Pues si ha pasado tanto tiempo desde el incendió de Thorne, debes de saber algo de papá, de Cal o de las Casnoff o… —Todos se han ido —dijo una voz al otro lado de la habitación. Levanté la cabeza con un gesto de dolor. En el umbral de la puerta había una mujer con una taza humeante en la mano. Llevaba unos tejanos negros y una camiseta. El pelo, de un tono rojo bastante más oscuro que el de Izzy, le caí sobre la espalda atado en una larga trenza. —Todos han desaparecido de la faz de la Tierra —anunció mientras avanzaba al centro de la habitación. Mi papá se puso tenso—. Eunhyuk , los dos brujos jóvenes, las Casnoff y ese demonio que tenía como mascota. De hecho pensábamos que tú también habías desaparecido, hasta que trataste de matar a mi hija. Supuse que esa mujer con pinta de chula era Aislinn Brannick. Tenerla delante me revolvía las entrañas. Me aclaré la garganta. —En mi defensa diré que ella sacó el cuchillo primero —repuse. Para mi sorpresa, Aislinn hizo un ruido que parecía ser una risita y se acercó para darme la taza. —Bebe esto.
—Gracias, pero no —dije mirando el interior del recipiente y su contenido negruzco que olía a pino y a tierra. Teniendo en cuenta que esa mujer era la madre de Izzy, lo más probable era que estuviese envenenado. Aislinn se encogió de hombros. —Pues no lo bebas. Pero luego no te quejes. —Hazle caso —me aconsejó mi papá sin quitarle los ojos de encima de Aislinn—. Si lo bebes, te vas a sentir mejor. —¿Por qué? ¿Porque voy a estar muerto? —pregunté—. Quiero decir, estoy convencido de que mi dolor de cabeza desaparecería por completo si me tomara esto, pero sería sólo un efecto secundario. —Kyungsoo —murmuró papá con un tono de advertencia en su voz. Aislinn me miraba con sus ojos sagaces y una sonrisilla pegada en los labios. —Es evidente que este chico no tiene pelos en la lengua —dijo. Sus ojos se clavaron en los de mi papá—. Debe de haberlo heredado de su padre. Tú siempre has sido callado. Miré a mi papá confundido. Tenía puesta la mirada en Aislinn y estaba pálida. —Os esperamos abajo en diez minutos —anunció Aislinn caminando hacia los pies de la cama—. Hay reunión familiar. Tomé un sorbo de la taza. Sabía mucho peor de lo que olía, pero hizo que se me pasara el dolor de la cabeza. Cerré los ojos y me recosté contra la cabecera de la cama. —¿Para que nos necesitas? —pregunté—. ¿No se las pueden apañar sin nosotros? Un pesado silencio invadió la habitación. Cuando abrí los ojos, mi papá y Aislinn estaban mirándose fijamente. —¿No lo sabe? —preguntó finalmente ésta de un modo que hizo que una mezcla de ira y temor me subiera por el pecho. No estaba preparado para hacer frente a lo que sea que estuviera por venir. No todavía.
Lo adiviné por la manera en que mi papá me miró. Lo vi en la expresión de tristeza que cubría su cara, en la forma en que sus manos estrujaban la manta. Sabía que, quisiera oírlo o no, había una sola razón por la que mi papá estaba ahí. Aun así dije: papá, ¿qué está pasando aquí? Aislinn contestó por el: —Tu padre es un Brannick, Kyungsoo, lo cual te convierte a ti en uno de nosotros.
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