Capítulo 2

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Oímos  un  grito  y  a  continuación  el   fragor  de  una  breve  refriega acompañada de otro grito. El hombre lobo gruñó y yo me quede inmóvil donde estaba, escuchando el sonido de mi propia respiración agitada.
Con el rabillo del ojo capté un movimiento cerca de mí y me abalancé con la espada en alto, pero un potente chorro de luz me obligó a cerrar los ojos. Di un traspié al mismo tiempo que algo o alguien me propinaba un golpe en la mano, obligándome a soltar la espada. Me golpearon otra vez en la parte posterior de las piernas y caí al suelo. Sentí un peso arriba de mi pecho y dos rodillas huesudas inmovilizaron mis brazos. Por si fuera poco, un objeto rozó mi cuello, provocándome un intenso dolor.
Una voz aguda me preguntó:
—¿Qué eres?
Abrí los ojos con cautela y ahí estaba ella, la persona que acababa de derrotarme, alumbrada por el chorro de luz que procedía de una linterna tirada en el suelo.
Y esa persona era una niña de doce años.
No lo podía creer ¿Realmente me había ganado una niña.? Vaya vergüenza.
Y para empeorar las cosas, sentí el frío contacto del metal contra mi cuello y no me quedó duda: esa niñita me estaba amenazando con un cuchillo.
—Yo…yo no soy nada —contesté tratando de moverme lo menos posible. Cuando mis ojos se acostumbraron a la semioscuridad, pude apreciar que el cabello de la niña era de un color rojo vibrante. Por extraño que pueda parecer, y a pesar de tener un cuchillo contra la garganta, pensé: «oh, gracias a Dios».

Era un poco más joven de lo que había esperado, pero, aun así, esa niña respondía a todo cuanto imaginaba de las Brannick, esa gran familia de mujeres que descendían de una poderosísima bruja blanca llamada Maeve Brannick (teniendo en cuenta que la familia llevaba en funciones más de mil años, algún hombre debía de haber escondido por allí). Durante años, la familia Brannick se había dedicado a luchar contra las criaturas malignas.
Por desgracia para mí, una de las criaturas malignas que era necesario combatir era yo.
La niña frunció el entrecejo y dijo:
—Pues claro que eres algo. —Se inclinó hacia mí y añadió con un susurro—: Puedo sentirlo. Seas lo que seas, no eres humano. Una de dos: o me lo dices tú mismo o voy a abrirte  para descubrirlo por mí cuenta.
La miré fijamente y dije:
—Eres una chica dura, ¿eh?
No pareció gustarle el comentario.
—Estoy buscando a las Brannick —dije a toda prisa—. Y supongo que tú eres una de ellas porque veo que tienes el pelo rojo y que te gusta bastante la violencia.
—¿Cómo te llamas? —preguntó.
—Lee Kyungsoo—respondí apretando los dientes.
—No puede ser —dijo abriendo los ojos como platos. Por primera vez su voz sonaba como la de una niña de su edad.
—Pues así es —insistí.
Por unos minutos pareció dudar de lo que hacía y aflojó un poco la presión del cuchillo sobre mi garganta, separando la hoja un centímetro o dos. Era todo lo que yo necesitaba. Me volví hacia un lado. Al hacerlo, sentí un dolor en el hombro tan intenso que se me soltaron las lágrimas. Afortunadamente, pese al dolor, conseguí lo que quería: la chica cayó al suelo dando un grito.

El cuchillo se clavó con un ruido sordo. Recé porque se hubiera clavado en el suelo, y no en ninguna otra parte, pero no tuve tiempo de comprobarlo. Me incorporé a toda prisa con la ayuda de mis manos y mis rodillas y cogí la espada de Kai. Mis dedos se cerraron alrededor de la empuñadura. Con la ventaja que me daba el arma, me puse de pie y me dirigí a la chica, que estaba sentada sobre la hierba y respiraba con dificultad. No quedaba ni rastro de la niña scout ruda de hacía un momento; ahora era simplemente una niña asustada.
No conseguía explicarme el porqué de esa cara de terror. Después de todo, sólo me estaba apoyando en la espada, no la estaba usando contra ella. Además me temblaban tanto las piernas, que cualquiera podía darse cuenta de mi estado de debilidad. Por si fuera poco, mi cara estaba bañada en sudor y lágrimas. Vamos, que mi aspecto no era ni mucho menos amenazador.
Entonces recordé cómo le había cambiado la expresión al escuchar mi nombre. Así que supuse que debía o que sabía algo sobre mí. O que por lo menos estaba enterada de que yo era un demonio.
De modo que aproveché la situación y traté de poner mi expresión de príncipe demonio, lo que no fue muy difícil dado el modo en que mi cabello caía sobre mi cara y por cómo me chorreaba la nariz.
—¿Cómo te llamas? —pregunté.
—Izzy —contestó sin quitarme los ojos de encima y tanteando el suelo con las manos para encontrar el cuchillo que se le había caído.
Levanté las cejas. Izzy no era un nombre que infundiera demasiado miedo. Al parecer ella me leyó el pensamiento porque enseguida se apresuró a decir:
—Soy Isolda Brannick, hija de Aislinn, hija de Fiona, hija de…
—Está bien, está bien. Lo he entendido: hija de un montón de mujeres temibles.
Me pasé una mano por la cara. Los ojos me ardían como su me hubiera entrado arena. Jamás en mi vida me había sentido tan cansado. Parecía que me habían rellenado la cabeza en una especie de letargo. Y eso sin
contar con esa incómoda sensación, como cuando te olvidas de algo importante.
—Estoy buscando a Lee Donghae —dije volviendo a prestar atención a Izzy.
Al pronunciar el nombre de mi papá, sentí que se me hacia un nudo en la garganta. Parpadeé y añadí:
—Me han dicho que esta con las Brannick. Necesito encontrarlo y…
«Y abrazarlo y llorar durante un centenar de años », pensé. Izzy negó con la cabeza.
—Aquí no hay ningún Lee Donghae.
Esas palabras cayeron sobre mí como una losa.
—Tiene que estar aquí —insistí través de un velo de lágrimas—. Cal dijo que estaba con las Brannick.
—Bueno, quienquiera que sea Cal, está equivocado —dijo Izzy irguiendo la espalda—.Aquí estamos sólo las Brannick.
Lo único que me importaba en ese momento era encontrar a mi papá. Tenía la esperanza de que cuando eso sucediera las cosas empezarían a ir mejor y también podría encontrar a los demás a mi padre, a Luhan, y a Cal.
Me embargó una ola de dolor y de cansancio. Si mi papá no estaba ahí, eso significa que yo estaba en territorio enemigo y sin nada a mi favor: ni poderes, ni padres, ni amigos.
Tuve la tentación de dejar caer la espada y echarme sobre la hierba. Si lo había perdido todo, ¿qué importaba lo que esa pequeña asesina estuviera dispuesta a hacerme? Por suerte, deseché ese pensamiento rápidamente. No había sobrevivido a los demonios, a los necrófagos y a las explosiones provocadas por el Cristal del Demonio en vano. De ningún modo iba a permitirme terminar en manos de esa muñequita pelirroja. Sin importar dónde estuviera mi madre, yo iba a sobrevivir.

Spell Bound [Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora