Capítulo 10

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Cal  y yo recorrimos en silencio el  trecho que separaba la casa  de las tiendas de campaña. Antes de salir, pasé por la cocina y cogí una de esas linternas que coleccionaban las Brannick. A pesar de que no caminábamos muy cerca el uno del otro, mi sombra y la de Cal se entrelazaban en el suelo. Yo estaba tan absorto pensando en Kai que no vi las estructuras en semicírculo que rodeaban la residencia de las Brannick hasta que estuvimos frente a ellas.
Lo que las Brannick llamaban tiendas de campaña eran en realidad construcciones bastante sólidas. Tenían techos de lona pesada que, en vez de descansar sobre el suelo, lo hacían sobre estructuras de madera. Para entrar había que subir una escalera.
—Vaya —dije cuando llegamos—. Éstas no son tiendas comunes. Parece más bien cabañas. O las hijas de una cabaña y una tienda.
Era un chiste malo. Ni siquiera sabía en realidad lo que estaba diciendo. Y, sin embargo, Kai me habría reído la gracia. El dolor lacerante de mi pecho casi me dejó sin aliento.
Cal permaneció en silencio, así que estiré un brazo señalando hacia las tiendas.
—Elige la que quieras, están todas vacías.
Cal, sin siquiera mirarme, se dirigió hacia la tienda más cercana y descorrió la puerta de lona. Lo seguí. Una vez dentro, supe que habría sido mucho mejor darle la linterna y dejarlo solo, pero ya era demasiado tarde. Subí la escalera y me metí con él en la tienda.
—No es exactamente como en Thorne, ¿eh?
Sobre la plataforma de madera había dos muebles: una mesa plegable y un catre parecido a los del sótano. Con esos dos muebles, ya no quedaba espacio para nada más. La tienda era tan pequeña que, de repente, me
sentí claustrofóbico. Dejé la linterna sobre la mesa, con la intención de que el halo de luz creara la ilusión de un espacio más grande. Apenas se veía el rostro de Cal en la penumbra. Puse las manos en los bolsillos traseros de mi pantalón y di un hondo suspiro. Cal se sentó en el catre, que chirrió bajo su peso. Apoyó los codos sobre las rodillas y dejó las manos cruzadas, sin pronunciar una sola palabra.
—Hey —dije un poco demasiado alto—. Si tienes hambre puedo irte a buscar algo a la cocina. Tratar de salvar tu vida y arrastrar por el mundo a un demonio sin poderes seguro que son cosas que abren el apetito,
¿verdad?
En cuanto las palabras salieron de mi boca me morí de vergüenza.
—No tengo hambre —me hizo saber en voz baja.
—¡Fantástico! —exclamé—. Entonces voy a dejarte solo para que puedas dormir.
Me dirigí hacia la puerta con la cara roja de vergüenza.
—He pensado en ti todos los días —confesó Cal a mis espaldas. Me quedé helado en el umbral de la tienda.
La ronca voz de Cal no se detuvo allí.
—Pasaron tres semanas, demasiado tiempo sin saber de ti. Durante todo ese tiempo me recriminé el haberte enviado con las Brannick.
Me volví para mirarlo. Quise hacer una broma o decir algo sarcástico: algo que rompiera la tensión que se había creado entre nosotros. En vez de esto admití:
—Yo también he pensado en ti. Me miró directo a los ojos.
—Cal, has salvado a mi padre y trataste de salvar a Kai. —Sentí un dolor en el pecho al pronunciar su nombre—. Eso es tan importante que ni tan siquiera sé por dónde empezar a agradecértelo. Decirte simplemente gracias no es suficiente. Y tampoco creo que una enorme cesta de fruta sea bastante…

Cal se puso en pie y me rodeó con los brazos. Desprendía un olor agradable y familiar. Las lágrimas me inundaron los ojos. Lo abracé. Me acarició el pelo.
—Kai está bien, Kyungsoo. Seguramente el Ojo lo sacó de allí. Apreté los párpados.
—Lo sé —susurré—. No es eso. Quiero decir, no solo se trata de eso. ¡Es que todo está tan mal, Cal…!
—Lo sé —admitió, abrazándome con más fuerza—. Graymalkin ha desaparecido, lo cual significa que…—suspiró profundamente y no dijo nada más.
Yo ni tan siquiera había pensado el modo en que Cal amaba aquella isla. Una vez, en Thorne, me dijo que consideraba Graymalkin como su hogar. Yo siempre había sido un poco vagabundo, pero él había vivido en Hex Hall desde que tenía trece años.
—Lo siento —dije mirándole a los ojos—. Siento todo esto.
Su cara expresaba sentimientos idénticos a los míos: confusión, impotencia y soledad. Supongo que fue porque me sentía solo por lo que me puse de puntillas y rocé sus labios con los míos. No tenía intención de que fuera un beso real, sino un gesto de agradecimiento. Pero cuando quise apartarme, Cal me cogió de la cara, inclinó su boca sobre la mía y me besó de verdad. De verdad de la buena.
Yo lo cogí por los faldones de la camisa y lo besé también. Me sentí muy bien durante unos instantes. Vale, fantásticamente bien, si he de decir la verdad. A salvo, cómodo, feliz de sentir el contacto de sus brazos contra mi cuerpo. Pero, entonces, de repente, separé mi cara de la suya, con las mejillas ardiendo.
—Oh, Dios mío, perdóname —me excusé, dándole la espalda y frotándome las mejillas con manos temblorosas.
Si antes el ambiente en la tienda era tenso, ahora podía cortarse con un cuchillo.

—Yo no lo siento —me espetó—. Todo lo que nos rodea es demasiado extraño.
Me di la vuelta para mirarlo.
—En los dos sentidos: metafórico y literal —puntualicé, señalando a la tienda.
Cal me dedicó una tímida sonrisa.
—Creo que deberías ir a ver a tu padre. Ya hablaremos mañana, cuando las cosas…—No terminó la frase.
—Mañana —repetí, asintiendo con la cabeza.
Dejé la tienda. Sentí su mirada clavada en mi espalda. Todavía la sentía ahí mientras corría hacia la casa.
Había besado a Cal por segunda vez. De verdad. No podía dejar de pensar en eso mientras subía la escalera de la casa. Sentí en el estómago una sensación rara que no sabía si era culpa o vértigo. Abrí la puerta de la entrada con manos temblorosas. La casa estaba en silencio y me arrastré hacia la sala de estar. Mi padre estaba todavía en el sofá con los ojos cerrados y mi papá, sentado sobre el suelo a su lado, con una taza de café humeante en la mano. Miraba a mi padre con una expresión extraña. Parecía asustado y… algo más. Rozó con la punta del dedo las marcas púrpura de mi padre. Salí antes de que pudiera verme.
Subí la escalera hacia mi habitación. Me temblaba el cuerpo y me sentía vacío por dentro. Creo que las personas tenemos un límite en cuanto al número de emociones que somos capaces de experimentar al mismo tiempo. Había cruzado un límite. Demasiados acontecimientos juntos en poco tiempo: el reencuentro con mi padre y Cal, y el beso de éste… Me froté los ojos con las manos y suspiré. Eso era todo lo que podía soportar en una noche.
Al abrir la puerta de mi habitación, me pareció ver el resplandor fantasmal de Elodie meciéndose en el aire.
—Esta noche no, Elodie. No estoy de…
Las palabras se me quedaron atascadas en la garganta.

No era el fantasma de Elodie el que se encontraba en mi habitación. Era el de Kai.

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Spell Bound [Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora