13. Confusiones en la mente

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¿Realmente sentía algo por Marcos?

Ahora mis sentimientos se han vuelto confusos.

La sensación que tuve al verle era ilusión, atracción... Una sensación bastante común,  pero a la vez, inexplicable. Esa ilusión al ver una persona y que su entorno se haga borroso, que esa persona, a la que ves y te ilusiona, note tu presencia, comparta la misma ilusión, que no importe nada más y que, estando juntos, los sentidos nos cosquilleen en nuestro interior.

¿Realmente era esa mi sensación? ¿Me sentía así con Marcos?

En este momento, dudo de mis sentimientos. Por alguna razón, cuando lo vi, supe que me iba a marcar por dentro, aunque no de esta manera. Nunca imaginé que me equivocara de persona. Esta terrible confusión no me deja pensar con claridad y mucho menos, actuar correctamente.

En el mismo instante que supe que él era mi objeto, quería librarme del peso fácilmente sin percatarme de los daños colaterales.

No obstante, los sentimientos hacia él eran irreales, eran un espejismo de todo lo que me gustaría en mi vida: un chico tímido, pero simpático, que tiene las cosas claras y cuida tan bien de mí, estable... Ese es el chico que quiero, pero ¿por qué el destino ha querido que esto ocurra así?

Me siento terriblemente mal por haberlo usado. Al principio mi sentimiento por él parecía real, pero desde que supe que él era mi objetivo, lo usé como a un juguete y todo por la maldita prueba del Fulgor.

¿Keith tendría razón? Quizás sólo era un sentimiento que creo seguir, uno que me haga curar la herida que provocó en mí, Karl Gray.

¿Tal vez le estuve utilizando para que cure mis heridas?

En estos momentos me siento fatal. He usado a alguien tal y como me usó en su momento Karl Gray. Ahora sé lo que se siente desde el punto de vista de Karl. Aunque los dos hayamos hecho cosas malas por distintas razones, pienso que la razón nunca justifica el mal.

Tengo que arreglar esto.

—Chica despistada, ¿en qué piensas? —me susurra Conde al oído a primera hora de la mañana durante las clases del docente Salas.

A pesar de la sorpresa, no me resalto. Ya estoy acostumbrada a ese hábito tan extraño.

—En nada, nada... —lo evado.

Conde no para de mirar mis ojos cansados con ojeras, resultado de una noche en vela.

—Hoy te toca a ti estar de mal humor —bromea con intención de consolidar una conversación.

—Nos vamos turnando —le sigo el juego.

Él se ríe ante mi broma y sigue mirándome intensamente con sus ojos marinos a pesar de que la disciplina del docente Salas continúe.

—¿En qué estás pensando que no paras de mirarme? —interrogo un tanto molesta.

Conde muestra su sonrisa más pícara.

—En que me gustaría alegrarte el día un poco —confiesa—, ¿me concedes ese honor?

—¿Y por qué ibas a hacerlo? —resoplo con indiferencia.

—Porque si cada día uno de los dos va a estar de mal humor, me dirás cómo va a funcionar nuestra relación.

Me sorprendo.

¿Ha dicho relación? ¿De qué va?

—Nosotros no tenemos ninguna relación de pareja —le espeto.

—Me refería de amistad, chica despistada —mis mejillas se sonrojan y a él parece divertirle la situación. ¿En qué momento pensé que se refería a una relación de pareja? Estúpida Katherine—, pero si quieres otro tipo de relación... —continúa alzando las manos de forma inocente.

SIN SANGRE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora