22. Las pesadillas

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En medio de una fiesta me hallo perdida entre la multitud, tratando de buscar a alguien que necesito desesperadamente. Busco y busco, pero no le encuentro hasta que doy un giro de ciento ochenta grados y por fin aparece.

Encuentro a Conde, pegado a Vera, acariciando su rubia melena y aproximándose a sus labios. A punto de rozarlos, ambos me miran y la sonrisa característica de Conde reaparece en su rostro. Vera me dedica una mirada triunfante.

—¿No lo sabías? Estoy enamorada de él, ¿no lo ves? Apártate y dile a Adela que se busque a otra.

La sonrisa maliciosa de Vera eriza mi piel y al observar a Conde, percibo cierto arrepentimiento en sus facciones.

Me frustro ante la situación y me doy la vuelta inmediatamente. Por sorpresa, la figura de Marcos ante mí me alivia de cierta manera hasta que sus palabras fluyen por su boca.

—Lucas Sants es el culpable de hacer la vida imposible a mis padres. Espero no conocerle nunca.

Lo miro confusa.

Miro hacia atrás en busca de Conde, pero su figura desapareció en un instante.

Me vuelvo hacia Marcos, pero para mi sorpresa, Marcos no se encuentra solo, sino con tres integrantes más: Conde, Vera y el señor Sants.

—¡Que no vuelva a pasar! —grita el señor Sants.

—No, señor. No volverá a ocurrir —obedece su hijo Marcos.

—Eso, no volverá a ocurrir, padre. No volveré a pegar a mi hermanito —dice Conde inocentemente.

Las expresiones de todos se quedan expectantes ante las palabras de Conde.

—¿Cómo has dicho? ¡Yo no soy tu hermano! —protesta Marcos.

—Pues si no lo ves, es que estás muy ciego, Marcos. Tu padre y yo somos iguales.

Las cuatro figuras se esfuman como la pólvora. Agobiada por todos los acontecimientos, no dejo de temblar y sentirme oprimida.

Una mano da toquecitos a mi hombro y me vuelvo.

Lucinda Rey, la madre de Marcos.

—Como eres la amiguita de Marcos, podemos darte una plaza en la Universidad —ofrece con amabilidad.

Detrás de ella, padre-hijo no paran de discutir.

—No los mires, sólo están hablando de cosas familiares. No te preocupes...

Me agarra del hombro y caminamos entre la multitud, sin que noten nuestra presencia.

—¡Uy, creo que ahí está Marcos! —señala al chico de ojos miel—. ¡Lleva a Katherine a su casa!

Marcos me toca la mano y de un momento a otro, nos transportamos a la calle de mi edificio junto a su moto. Sin embargo, soy una mera espectadora del momento ya que en la moto se encuentran Marcos y una copia de mí.

—Lo siento por todo. Espero no haberte asustado, yo no soy así.

—No pasa nada. Lo comprendo —dice mi otra yo.

La copia de mí lo besa y sin pensar, corro hacia ellos para detener la situación, pero al rozar sus cuerpos, se esfuman de inmediato y frente a mí localizo a un Conde decepcionado sentado sobre unas escaleras.

—¡No tienes ni idea de lo que ha pasado en mi vida! —grita con frustración en sus palabras—. No me lo esperaba de ti, Katherine.

No me lo esperaba de ti, Katherine.

SIN SANGRE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora