Después de una larga tarde junto a mis padres buscando un trabajo apropiado para ellos mientras que Adela y Keith se pusieron manos a la obra con el traje que va a llevar mi hermano a la fiesta de Oliver, nos encontramos en el sofá del salón, todos sentados y exhaustos. Sin embargo, la única que sigue trabajando en sus labores es Adela con el traje de mi hermano. Según parece, están arreglando un antiguo traje del padre de Adela.
—¡Miren qué bonito nos está quedando! —dice Adela con emoción al acabar el último punto remendado.
Mi amiga extiende los pantalones color mostaza para que podamos apreciar los puntos cosidos que dan forma de rombo a los lados del pantalón.
—Les quedó muy bien —digo alucinada.
Ambos se miran sonrientes.
—Lo sabemos —dicen al unísono y todos nos empezamos a reír.
Adela se levanta del sillón con el pantalón en sus manos y lo observa detenidamente para asegurarse de que no hay ningún hilo suelto.
—Te va a quedar divino Keith. Este pantalón con el cinturón negro y la camisa blanca de mi padre, estarás deslumbrante —Adela sonríe ampliamente con una aguja entre sus dientes.
Nuestra compañera de piso se dirige hacia su habitación y en pocos minutos ya está de vuelta con nosotros, pero sin la prenda mostaza.
—Oye, Adela, ¿por qué no nos hablas un poco de tu padre? Nos encantaría conocer a la persona que nos regala su ropa sin saberlo —bromea mi padre.
Adela se sienta en el sillón junto a mí.
—Bueno, pues mi padre es un señor muy delgadito y bajito que no le cabe el corazón en el pecho de lo grande que es —dice con dulzura.
—¿Y a qué se dedica tu padre? ¿Por qué no vives con él? —cuestiona mi madre.
Adela resopla.
—El pobre trabaja tanto en otra ciudad que no tiene suficiente tiempo para venir aquí —explica ella—. Antes vivíamos los dos solos en esta ciudad, pero encontró un trabajo de mecánico y a partir de ahí, vivimos por separado.
Mi madre frunce el ceño, arrepentida por indagar en la vida de Adela.
—Cuánto lo siento. Debe de ser un currante —siente mi madre.
—Y que lo digas, señora Collins —coincide ella.
Mi amiga se recuesta en el respaldo del sofá, descansando sus manos después de coser toda la tarde.
—¿Y tu madre? —pregunto de repente.
Todos me miran inquietantes menos Adela, quien sólo se cruza de brazos y ladea un poco la cabeza.
—Pues no sé dónde está, espero que en Cancún o en Panamá, pero desde luego aquí no está —habla con sarcasmo.
Nos quedamos callados. No obstante, mi lengua curiosa habla de nuevo.
—¿Y eso por qué?
Mis padres y Keith me miran incrédulos, sin dar crédito a mi audacia. Me encojo de hombros y Adela resopla otra vez.
—Porque poco después de nacer yo, mi madre nos abandonó a mi padre y a mí —nos dice con naturalidad—. Pero no se preocupen, nunca me he interesado por conocerla. Estoy segura de que, de haber seguido en nuestras vidas, habría sido peor —confiesa con sinceridad.
—Por los colmillos de Drácula, Adela. Lo siento mucho. Soy una descarada, no quería...
Adela eleva la mano para silenciar mis palabras.
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SIN SANGRE ©
VampireKatherine Collins-Wood, una vampira que desobedece las reglas de su comunidad, tiene que huir de su mundo para poder sobrevivir, pero no sabemos si esa es la palabra correcta porque en el mundo al que huye se encontrará con dos tentaciones que marca...