5. Nuestro aniversario

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El día se despierta con los gorjeos de los pájaros del árbol que se encuentran enfrente de mi ventana, con unas nubes asomadas y un olor a pastelito de vainilla que inunda mis fosas nasales.

Abro los ojos de inmediato.

Mi aniversario.

Voy irguiendo mi cuerpo de forma que me quedo sentada en mi inmensa cama. Miro a los lados y acomodo mi escandaloso pelo rojo. Decido levantarme para asearme, vestirme con las ropas del liceo, peinarme y afrontar la realidad.

Mientras realizo esas múltiples tareas, me quedo reflexionando profundamente las palabras de mi padre: "Mamá prometió ante el Gran Octubre que jamás bebería ni succionaría la sangre de un distinto, cargando con todas las consecuencias".

Voy relacionando todos los datos que me ha dichp mi padre sobre mi madre y la clase impartida por el docente Köehl al hablarnos sobre los  efectos de los vampiros al no consumir sangre humana: ''El otro efecto que se puede dar es la mortalidad... Sólo ha pasado dos o tres veces y ahora no se sabe nada de esos semidistintos''.

Recapacito con tranquilidad.

El docente Köehl nos informó sobre dos opciones que se pueden dar el caso: que, al no consumir sangre humana, los vampiros nos podemos convertir en materia lumínica implicando así nuestra ausencia espiritual y física; o nos podemos volver mortales, es decir, transformarnos en semidistintos y ser humanos.

¿Cuál será el caso de mi madre?

Deseo con todo mi ser que sea la segunda opción, prefiero que viva como humana a que su alma se disipa en materia lumínica.

Pensativa, cruzo el marco de mi puerta inconscientemente y me guío por los pasillos hasta que me doy cuenta de que no soy la única de esta casa que cumple la mayoría de edad vampírica, los seis siglos, es decir, los dieciocho años de los humanos.

Camino hacia la puerta contigua de mi habitación, la de mi hermano, y toco ligeramente la puerta. Nadie responde así que decido tocar de nuevo la puerta con más intensidad.

Nada.

Abro la puerta con curiosidad y me encuentro al mellizo con el que llevo viviendo durante seis siglos, siempre juntos y de la mano, siempre unidos para afrontar lo bueno y lo malo, aunque a veces nos neguemos el amor fraternal que tenemos.

Me acerco hacia su cama y me siento junto a su largo cuerpo. Me atrevo a acariciar ese pelo anaranjado que nos hace destacar a los dos. Me percato de las numerosas pecas que decoran su rostro y las ligeras pestañas que adornan sus pequeños ojos.

En realidad, mi hermano y yo no nos parecemos físicamente, sólo en lo característico, los ojos cafés y el pelo naranja, algo que me fastidia ya que me gustaría mucho parecerme más a él. Sus elegantes facciones me recuerdan mucho a madre. Son muy parecidos. Ellos dos parecen más mellizos que Keith y yo.

En cuanto a lo personal, mi hermano y yo somos también muy distintos. Yo soy una chica más alocada que le gusta ser valiente y afrontar siempre las situaciones con la verdad por delante, mientras que mi hermano es un chico que no quiere aparentar lo que realmente es.

Mi mellizo es la ternura en vampiro, sin embargo, delante de sus denigrantes amigos no lo quiere mostrar. Él dice que ya le es duro asimilar que es un Wood, un apellido bastante vergonzoso para esta comunidad vampírica, como para mostrar a sus amigos su verdadera personalidad, un joven super tierno y bondadoso, con sentimientos vulnerables y pensamientos contradictorios.

Si supiera cuánto le quiero y cuánto me hace falta en mi vida.

Quizás el haber compartido barriga juntos me haya conectado de alguna forma a él. No sé, es curioso el vínculo que siento con Keith.

SIN SANGRE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora